Durante 100 días, a partir del 7 de abril de 1994, tutsis y hutus moderados fueron masacrados sistemáticamente por extremistas hutus, dirigidos por el ejército ruandés y una milicia conocida como los Interahamwe.

El presidente de Ruanda, Paul Kagame, y su esposa encabezaron la ceremonia de colocación de una corona de flores en el monumento conmemorativo del genocidio en la capital, Kigali, que contiene los restos de unas 250.000 personas.

"El genocidio es populismo en estado puro, porque las causas son políticas los remedios también deben serlo. Por eso nuestra política no está organizada en función de la etnia o la religión y nunca volverá a estarlo", dijo Kagame en una ceremonia separada en un estadio deportivo de Kigali.

"Nuestro pueblo nunca más será dado por muerto".

El Tribunal Penal Internacional para Ruanda, que se creó en Tanzania a finales de 1994 para juzgar a los autores intelectuales del genocidio, se cerró en 2015 tras condenar a 61 sospechosos.

Desde entonces, se ha capturado a más sospechosos destacados tras décadas huidos, y el propio sistema de justicia interno de Ruanda se ha ocupado de otros casi 2 millones de casos.

"Los supervivientes somos fuertes. Construiremos juntos el país", dijo al público presente en el estadio Marie Louise Ayinkamiye, que tenía 11 años durante el genocidio.

Ayinkamiye sobrevivió al genocidio junto con su madre y dos hermanos. Su padre y otros cuatro hermanos fueron asesinados.

Kagame es presidente desde el año 2000, pero tiene el control efectivo desde que su fuerza rebelde, el Frente Patriótico Ruandés, entró en Kigali en 1994 para poner fin al genocidio. Afirmó que su país había dado grandes pasos en los últimos 30 años.

"El tremendo progreso de nuestro país está a la vista y es el resultado de las decisiones que tomamos juntos para resucitar a nuestra nación", dijo en su discurso.

Kagame ha suscitado elogios internacionales por presidir la paz y el crecimiento económico desde el final del genocidio.

Pero también se ha enfrentado a crecientes críticas por lo que los grupos de derechos humanos dicen que es la supresión de la oposición política y el amordazamiento de los medios de comunicación independientes, una acusación que él y el gobierno niegan.

Las naciones occidentales han acusado a Ruanda de apoyar a los rebeldes tutsis del M23 en el vecino este de la República Democrática del Congo. Ruanda niega respaldar al grupo rebelde y a su vez acusa al Congo de apoyar a otro grupo, las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), fundadas por hutus que huyeron de Ruanda tras el genocidio.

La inestabilidad al otro lado de la frontera ruandesa supone una amenaza para la seguridad de la región 30 años después de los asesinatos en masa.

Como parte de la conmemoración, la agencia cultural de la ONU, la UNESCO, descubrió placas que designan cuatro lugares conmemorativos del genocidio como patrimonio de la humanidad.