El programa de adiestramiento, conocido como Flintlock, reunirá a más de 400 soldados de toda África Occidental para reforzar las habilidades de las fuerzas, algunas de las cuales son atacadas regularmente por grupos armados vinculados a Al Qaeda y al Estado Islámico.

Entre los que no estuvieron presentes se encuentran las fuerzas de Guinea y de los dos países más afectados por la violencia islamista, Malí y Burkina Faso. Las juntas militares han arrebatado el poder en esos tres países desde 2020, lo que ha suscitado la preocupación por el retorno a la reputación poscolonial de África Occidental como "cinturón de golpes de Estado".

Un aspecto central del entrenamiento de este año es la coordinación entre las diferentes fuerzas que luchan contra el mismo enemigo.

"Uno de los principales objetivos de Flintlock es el intercambio de información. Si no podemos comunicarnos, no podemos trabajar juntos", dijo el almirante Jamie Sands, comandante del Mando de Operaciones Especiales de Estados Unidos en África, en la ceremonia de apertura.

Los militantes islamistas vagan por amplias zonas del Sahel, la árida franja de terreno al sur del desierto del Sahara. Malí, Níger y Burkina Faso han sido invadidos por ataques desde 2015 que han matado a miles de personas y desarraigado a más de 2 millones. Los expertos en seguridad afirman que los insurgentes se han infiltrado en países costeros como Benín y Costa de Marfil.

Los grupos atraviesan las fronteras mal vigiladas, confundiendo a un mosaico de fuerzas locales e internacionales que han gastado miles de millones de dólares para intentar eliminar la amenaza.

Francia ha liderado la lucha contra los militantes desde 2013, pero la oposición popular a su intervención ha aumentado. La semana pasada dijo que abandonaría Malí, trasladándose en su lugar a Níger.

Los diplomáticos temen que la salida de 2.400 soldados franceses de Malí -el epicentro de la violencia- pueda desestabilizar aún más la región.