El esfuerzo es uno de varios centrados en hacer frente a la enfermedad que mata a más de 600.000 cada año, la mayoría de ellos niños en África. La complicada estructura y el ciclo vital del parásito de la malaria han obstaculizado durante mucho tiempo los esfuerzos por desarrollar vacunas.

Tras décadas de trabajo, la primera vacuna contra la malaria, Mosquirix, de la farmacéutica británica GSK, fue aprobada el año pasado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero la falta de financiación y de potencial comercial ha frustrado la capacidad de la empresa para producir tantas dosis como se necesitan.

La vacuna de Oxford, que ha obtenido la aprobación reglamentaria en el grupo de edad con mayor riesgo de muerte por malaria -los niños de 5 a 36 meses-, cuenta con una ventaja de fabricación gracias a un acuerdo con el Instituto Serum de la India para producir hasta 200 millones de dosis anuales.

En cambio, GSK se ha comprometido a producir hasta 15 millones de dosis de Mosquirix cada año hasta 2028, muy por debajo de los aproximadamente 100 millones de dosis anuales de la vacuna de cuatro dosis que, según la OMS, se necesitan a largo plazo para cubrir a unos 25 millones de niños.

Los datos de la fase intermedia del ensayo de la vacuna de Oxford, en el que participaron más de 400 niños pequeños, se publicaron en una revista médica en septiembre.

La eficacia de la vacuna fue del 80% en el grupo que recibió una dosis más alta del componente adyuvante potenciador del sistema inmunitario de la vacuna, y del 70% en el grupo de dosis más baja de adyuvante, a los 12 meses de la cuarta dosis. Las dosis se administraron antes de la temporada alta de malaria en Burkina Faso.

Se espera que los datos de un ensayo clínico de fase III en curso en Burkina Faso, Kenia, Mali y Tanzania, en el que se han inscrito 4.800 niños, se publiquen en una revista médica en los próximos meses.

Sin embargo, los datos de la última fase -que sugieren un rendimiento de la vacuna similar al del ensayo de fase II- se han compartido con las autoridades reguladoras en los últimos seis meses, según el científico de Oxford Adrian Hill.

Las vacunas infantiles en África suelen ser sufragadas por organizaciones internacionales como Gavi y UNICEF tras haber sido respaldadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Esta es la primera vez que una vacuna importante ha sido aprobada primero en un país africano, antes que en las naciones ricas, añadió Hill, señalando que era inusual que una autoridad reguladora en África hubiera revisado los datos más rápidamente que la OMS.

"Especialmente desde COVID, los reguladores africanos han adoptado una postura mucho más proactiva, han dicho... no queremos ser los últimos de la cola".