La inflación en Italia ha descendido desde máximos, pero sigue siendo un quebradero de cabeza para la primera ministra, Giorgia Meloni, en un momento en que a menudo se culpa a las empresas de repercutir en los consumidores más que el aumento directo de los costes de producción.

Al presentar el llamado "pacto antiinflacionista", Meloni se mostró "muy optimista" sobre el resultado de la iniciativa, y añadió que el gobierno trabajaría para prolongarlo más allá de diciembre.

Francia anunció un plan similar el mes pasado, pero tuvo dificultades para conseguir el apoyo de grandes empresas como Unilever, Nestlé y PepsiCo.

Según el acuerdo de Italia, las cadenas de supermercados y los pequeños minoristas participantes deberán definir una cesta de productos alimentarios y no alimentarios de primera necesidad a los que se aplicarán los precios rebajados, y entre los productos de primera necesidad se incluirán también los de puericultura y cuidado personal.

Las asociaciones industriales que representan, entre otros, al fabricante de pasta Barilla, al grupo lácteo Granarolo y al fabricante de confitería Ferrero, prestaron cierta cooperación al gobierno, pero se quedaron cortas a la hora de ofrecer promesas firmes.