"Sólo hay una consideración y es la familia. Ya les he dicho a todos que la familia es mi primera prioridad", dijo Lam en una rueda de prensa periódica.

Lam, nacida en el Hong Kong británico en 1957 y funcionaria de toda la vida que se describe como católica devota, asumió el cargo en 2017 con la promesa de unir a una ciudad cada vez más resentida por el creciente control de Pekín.

Dos años después, millones de partidarios de la democracia salieron a las calles en protestas antigubernamentales a veces violentas. Los disturbios llevaron a Pekín a imponer una amplia ley de seguridad nacional en junio de 2020, dándole más poder que nunca para moldear la vida en Hong Kong.

Una exasperada Lam dijo en el punto álgido de los disturbios en 2019 que si tuviera la posibilidad de elegir dimitiría, añadiendo en unas declaraciones a un grupo de empresarios que el jefe del ejecutivo "tiene que servir a dos amos por constitución, es decir, al gobierno central del pueblo y al pueblo de Hong Kong."