La estatua de bronce de Edward Colston, que había sido durante mucho tiempo una fuente de división en la ciudad portuaria, fue derribada durante una manifestación contra el racismo, una de las muchas que recorrieron el mundo tras el asesinato de George Floyd en Minneapolis.

El incidente suscitó un debate nacional sobre los monumentos conmemorativos a figuras vinculadas a la trata de esclavos o al pasado colonial de Gran Bretaña, y algunos ministros del gobierno argumentaron que la acción equivalía a la censura de la historia.

"Estamos extasiados y aturdidos", dijo Rhian Graham, uno de los cuatro manifestantes absueltos por un jurado de daños criminales tras un juicio en el Tribunal de la Corona de Bristol.

"Todos tenemos la capacidad de decir cómo se decora nuestro espacio y a quién veneramos y a quién celebramos, y una cosa que sabemos ahora es que Colston no representa a Bristol".

Graham fue declarado inocente junto con Milo Ponsford, Jake Skuse y Sage Willoughby, todos ellos de entre 20 y 30 años.

Habían argumentado que la estatua, erigida en 1895, conmemoraba a un hombre que prosperó gracias al comercio de esclavos, causaba ofensa a los habitantes de la ciudad y no había sido retirada a pesar de las repetidas campañas.

Los fiscales dijeron que el caso trataba del estado de derecho y no de la política, y que no eran Colston ni sus vínculos esclavistas los que estaban siendo juzgados.

Colston ha sido durante mucho tiempo un tema de debate en Bristol, donde donó abundantemente a causas benéficas, utilizando la fortuna que hizo invirtiendo en la Royal African Company, dedicada al comercio de esclavos.

Años de llamamientos por parte de los activistas antirracistas para que se retire su estatua se han encontrado con una feroz resistencia local, hasta que los manifestantes tomaron el asunto en sus propias manos.

Tras unos días en el fondo del puerto, la estatua fue recuperada por las autoridades de la ciudad y puesta en depósito. Desde entonces ha sido expuesta en un museo de la ciudad mientras se estudia su futuro a largo plazo.

El incidente ejemplificó el desacuerdo sobre si estos monumentos glorifican algunos de los capítulos más oscuros del pasado de la nación o simplemente reflejan su historia imperial.

El primer ministro Boris Johnson dijo el año pasado que el país no debería intentar reescribir el pasado ni "photoshopear" su paisaje cultural derribando los monumentos a ciertas figuras históricas.