"Tenía la cara blanca y brillante, ojos grandes, nariz pequeña y pelo negro", dijo.

Amrullah, de tres meses, fue una de las al menos 171 personas que han muerto a causa del frío en Afganistán en las últimas semanas, en una amarga ola de frío que ha golpeado justo cuando el país está experimentando una grave crisis humanitaria.

Naciones Unidas ha declarado que 28 millones de afganos, muchos de ellos niños, necesitan ayuda urgente durante el invierno más frío de los últimos 15 años, en el que se han registrado temperaturas de hasta -34 grados Celsius (-29,2 grados Fahrenheit).

Muchos grupos de ayuda han suspendido parcialmente sus operaciones en las últimas semanas debido a una decisión de la administración talibán que prohíbe trabajar a la mayoría de las trabajadoras de las ONG, por lo que las agencias no pueden llevar a cabo muchos programas en el conservador país.

El padre de Amrullah, Nek Mohammad, de 40 años, perdió sus ingresos hace unos meses cuando problemas de salud interrumpieron su trabajo como jornalero.

Sin dinero para la calefacción, con poca comida aparte de pan y té, y ventanas con corrientes de aire en su casa de la ladera de la montaña, varios de sus ocho hijos enfermaron rápidamente.

Hace unas dos semanas llevaron al bebé Amrullah al hospital por tos y congestión pulmonar.

Las salas de los hospitales afganos se han llenado en los últimos meses de niños con neumonía y otras enfermedades respiratorias, ya que muchas familias se enfrentan a la disyuntiva de poder calentar sus casas o permitirse alimentos.

La noche en que sus padres llevaron a Amrullah de vuelta a casa, cayó una fuerte ola de frío.

Shamila, de 35 años, abrazó a su bebé y se cubrió con una colcha. Pero hacia medianoche se despertó y descubrió que tenía la cara fría.

"La noche que perdí a mi bebé hacía un frío terrible, intentaba... calentar a mi pequeño, pero no lo conseguía", dijo.

Sin dinero para recibir a los invitados al funeral, enterraron en silencio a su bebé sin informar a la familia.

Desde entonces, un amigo de la familia les ha regalado un sistema básico de calefacción de carbón vegetal para paliar el frío mortal, pero al no poder permitirse mucha más comida que el pan, Shamila está preocupada por varios de sus hijos supervivientes que padecen una fuerte tos.

"Estoy... siempre pensando en mi bebé y en mis otros dos hijos pequeños, también están enfermos, no quiero perderlos a ellos también", dijo. Pidió más ayuda internacional para Afganistán.

Sin teléfono con cámara, la familia no consiguió sacar una foto de Amrullah. Pero su madre conserva la ropa que le hizo antes de nacer envuelta en un pequeño fardo.

El martes visitaron el cementerio, cubierto de nieve, y rezaron por su hijo.

"Que Dios ahorre a otras madres el dolor de perder a sus hijos", dijo Shamila, junto a la roca que marcaba su tumba. "Es muy difícil para los humanos soportarlo".