La "política humanitaria" de 31 páginas, publicada tras más de seis meses de guerra en Ucrania, dice que Rusia debe "proteger, salvaguardar y promover las tradiciones e ideales del mundo ruso".

Aunque se presenta como una especie de estrategia de poder blando, consagra en la política oficial ideas en torno a la política y la religión rusas que algunos partidarios de la línea dura han utilizado para justificar la ocupación por parte de Moscú de partes de Ucrania y el apoyo a las entidades separatistas prorrusas en el este del país.

"La Federación Rusa presta apoyo a sus compatriotas que viven en el extranjero en el cumplimiento de sus derechos, para garantizar la protección de sus intereses y la preservación de su identidad cultural rusa", decía la política.

Decía que los lazos de Rusia con sus compatriotas en el extranjero le permitían "reforzar en la escena internacional su imagen de país democrático que lucha por la creación de un mundo multipolar".

Putin lleva años destacando lo que considera el trágico destino de unos 25 millones de rusos étnicos que se encontraron viviendo fuera de Rusia en nuevos estados independientes cuando la Unión Soviética se derrumbó en 1991, un acontecimiento que ha calificado de catástrofe geopolítica.

Rusia ha seguido considerando el antiguo espacio soviético, desde el Báltico hasta Asia Central, como su legítima esfera de influencia, una noción ferozmente resistida por muchos de esos países, así como por Occidente.

La nueva política dice que Rusia debe aumentar la cooperación con las naciones eslavas, China y la India, y reforzar aún más sus vínculos con Oriente Medio, América Latina y África.

Dice que Moscú debería profundizar más en sus lazos con Abjasia y Osetia, dos regiones georgianas reconocidas como independientes por Moscú tras su guerra contra Georgia en 2008, así como con las dos entidades secesionistas del este de Ucrania, la autodenominada República Popular de Donetsk y la República Popular de Luhansk.