No es la caja de Pandora lo que ha abierto el multimillonario, es mucho peor. Desde octubre de 2022, cuando Twitter fue adquirida, noticias falsas, deep fakes creadas mediante inteligencia artificial, cuentas bot, campañas de desinformación y propaganda, imágenes violentas, pornográficas e infantiles, teorías conspiranoicas y de escepticismo climático, y ataques racistas, homófobos, antisemitas y discursos de odio de todo tipo pululan por la plataforma como virus imparables. O simplemente no quieren parar. 
 
Porque, reconozcámoslo, esta "información" es mucho más rentable para las redes. Impactante, brutal, cruda, chusca, maliciosa, alimentándose de los sentimientos humanos más bajos, se comparte más rápidamente y se convierte en viral. Así mantienen la máquina en marcha. Al abogar por la defensa de la libertad de expresión (un objetivo honorable en primer lugar), Elon Musk ha desatado lo peor de la humanidad. Y las más de las veces, de forma anónima.

Desinformación hábilmente orquestada por el propio Musk.

No es el único, me dirás. Y tendrías razón. En materia de indecencia, Telegram y 4chan, mucho menos reguladas por ser más restringidas, no tienen nada que envidiar a la (antigua) red del pájaro azul. Pero X es la más sonada, por su poder y su distribución por todo el planeta, y porque alberga todos estos horrores, junto a las cuentas oficiales de gobiernos, políticos, estrellas, instituciones respetables, científicos y adolescentes.

También es la más sonada porque es la menos moderada de las grandes redes. Facebook, Instagram, SnapChat y TikTok se han dotado de mejores herramientas y mayores presupuestos para frenar este tipo de contenidos en sus páginas, con mayor o menor éxito, pero más que X. La más sonada porque su jefe parece disfrutar con ello: a lo largo de 2023, Elon Musk ha dado a veces su visto bueno a teorías erróneas, a veces ha decidido reinstaurar cuentas ripiosas que habían sido previamente vetadas, y a veces ha retransmitido él mismo la peor retórica. Y sus decisiones incluso alimentan la tendencia: según el regulador australiano de Internet, al menos 1.215 empleados de X encargados de combatir los contenidos abusivos han sido despedidos desde que Musk compró la red. Se han rescindido varios contratos con proveedores de servicios especializados, y el número de empleados dedicados a respetar los derechos humanos es cada vez menor.

También hay que recordar que en 2023 decidió retirar a Twitter del código de buenas prácticas de la Unión Europea contra la desinformación en línea. Elon Musk es llamado periódicamente a cuentas por la justicia: una investigación europea, una llamada al orden o condena en Francia, una multa en Australia, sin que ninguno de estos procedimientos o decisiones demuestre su eficacia.

La desinformación, el mayor riesgo para la humanidad en los próximos dos años

Pero nada de esto es trivial. En primer lugar, porque no todos somos iguales cuando se trata de noticias falsas. En segundo lugar, porque 2024 estará jalonado de grandes elecciones nacionales, y la desinformación será un factor serio en el proceso electoral. Tanto es así que, en el Foro de Davos celebrado en enero, los poderosos del mundo no situaron los conflictos armados o el calentamiento global entre los mayores retos a los que nos enfrentamos este año, sino la desinformación.

Por si fuera poco, ahora hay que desconfiar de las imágenes falsas creadas con herramientas de IA generativa. Varios personajes famosos -la cantante Taylor Swift ha sido la última en pagar el pato- han visto secuestrada su imagen para crear contenidos falsos -sobre todo pornográficos- que se extienden por la red como manchas de aceite. Y atención, aún no estás preparado para sonidos falsos, voces sintetizadas y luego manipuladas, y discursos falsos creados desde cero en un ordenador.

Aunque OpenAI, la empresa matriz de ChatGPT, ha anunciado su intención de desarrollar herramientas de IA para combatir la desinformación, podemos apostar a que los genios maliciosos de Internet encontrarán rápidamente la forma de sortear estos obstáculos para alimentarnos con falsificaciones que parezcan más verdaderas que la vida misma. Y apostemos a que las herramientas legislativas para protegernos llegarán tarde, y ya estarán desfasadas para cuando se apliquen.