La medida se produce en un momento en que la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), que representa a unas 300 grandes compañías aéreas, se dispone a debatir por primera vez el efecto de calentamiento de las estelas de condensación en su reunión anual que se celebrará en Estambul la próxima semana.

Las estelas se forman en condiciones atmosféricas húmedas y están compuestas por cristales de hielo congelados. Aunque no emiten CO2, los científicos afirman que pueden atrapar la radiación y reflejarla hacia la Tierra, creando un efecto de calentamiento perjudicial.

A partir de este año, el grupo de trabajo coordinará los esfuerzos de investigadores y compañías aéreas para limitar la creación de estelas de condensación, en un esfuerzo por animar al sector a hacer más, según la IATA.

La idea es "predecir con exactitud las condiciones que favorecen la formación de estelas de condensación y minimizar los riesgos de aumento de combustible al evitarlas", dijo un portavoz de la IATA en respuesta a una consulta de Reuters.

Pero algunos investigadores y grupos ecologistas -apoyados por empresas que afirman poder ayudar a resolver el problema- afirman que las compañías aéreas han hecho demasiado poco para tratar el asunto.

Según estos expertos, las investigaciones demuestran que las emisiones que no son de CO2 pueden ser en realidad más perjudiciales que las de carbono.

"(Hasta) el 10% de todos los vuelos contribuyen al 80% de los efectos de calentamiento", afirmó Roger Teoh, investigador del Imperial College de Londres, y añadió que "los efectos anuales de calentamiento de las estelas de condensación podrían ser dos veces mayores que los efectos acumulados del CO2".

Empresas como SATAVIA, en el Reino Unido, y Estuaire, con sede en París, utilizan modelos digitales para ayudar a rastrear las manchas de aire húmedo que se consideran más propensas a causar estelas de condensación, ofreciendo en algunos casos rutas alternativas que no crean las características colas en el cielo.

Hasta la fecha, sólo un puñado de aerolíneas han anunciado inversiones para evitar las estelas de condensación, mientras que otras argumentan que los nuevos planes de vuelo que esquivan el aire húmedo en realidad provocan un mayor consumo de combustible y, por tanto, liberan más carbono.

Otros dicen que la ciencia que respalda el impacto de las estelas de condensación no es lo suficientemente sólida.

Los reguladores europeos también están prestando más atención a este asunto tras la presión de los grupos ecologistas. Las nuevas normas de la Unión Europea sobre el comercio de emisiones que entrarán en vigor en 2025 obligarán a las compañías aéreas a realizar un seguimiento de sus emisiones de gases distintos del CO2 y a informar sobre ellas.

Las aerolíneas se han comprometido a alcanzar las emisiones netas de carbono cero para 2050, principalmente mediante la adopción del combustible de aviación sostenible (SAF), escasos combustibles alternativos fabricados a partir de fuentes renovables -como los biocombustibles o los combustibles sintéticos- que se utilizan para propulsar los aviones.

Con sede en Cambridge (Inglaterra), SATAVIA afirma que, al centrarse tanto en las emisiones de carbono, la industria estará pagando más dinero por una solución que podría tardar años en surtir efecto.

"El coste de escalar el SAF es de billones, pero el coste de resolver este problema no relacionado con el CO2 es probablemente de sólo decenas de millones", declaró a Reuters Adam Durant, director ejecutivo.