La fundación de Ibrahim presentó el miércoles su Índice de Gobernanza Africana (IIAG), que advertía de que los avances en desarrollo humano y oportunidades económicas se veían socavados por el empeoramiento de la seguridad y el retroceso democrático generalizado.

El estudio, que midió los progresos de la última década en temas que van desde la sanidad y la educación hasta la seguridad y el Estado de derecho, concluyó que la gobernanza general se ha estancado desde 2019.

Gran parte de África, decía, es menos segura y democrática

ahora que en 2012.

Aunque muchos de los choques externos que han paralizado económica y socialmente al continente en los últimos años estaban fuera del control de los africanos, en una entrevista previa a la publicación del informe, Ibrahim lamentó lo que denominó "un gol en propia meta".

"No provocamos el cambio climático, pero nos vemos afectados por él. No iniciamos la guerra en Ucrania, pero nos vemos afectados por ello. No iniciamos el COVID, pero nos vemos golpeados por ello. Luego tenemos mala gobernanza. Somos responsables de ello", afirmó.

Los puntos brillantes, según los datos recopilados por la fundación, incluyen importantes progresos en la construcción de infraestructuras en todo el continente, una mayor igualdad para las mujeres y avances en sanidad, educación y sostenibilidad medioambiental desde 2012.

Pero ese periodo también ha sido testigo del agravamiento de los conflictos, especialmente en la región del Sahel en África Occidental, y de la inestabilidad política.

Ibrahim, que hizo su fortuna en las telecomunicaciones africanas, afirmó que África estaba siendo arrastrada por un renacimiento autoritario mundial.

"Teníamos 'Make America Great Again'. Tenemos a Turquía, Hungría, Rusia, Siria, China. Está todo a nuestro alrededor", dijo.

"Empezamos a ver golpes de Estado, que pensábamos que era algo del pasado. Empezamos a ver este fenómeno del hombre fuerte... Es algo contra lo que tenemos que luchar".

Los militares se han hecho con el control político en países como Malí, Guinea, Burkina Faso y Sudán. La presión tradicional en forma de sanciones y aislamiento político ha fracasado en gran medida a la hora de desalojarlos.

Pero Ibrahim afirmó que, a pesar de lo que calificó de "triste situación mundial" actual para los valores democráticos, seguía siendo optimista.

"Tengo fe en los jóvenes. Mire a esos jóvenes en Sudán", dijo.

"Llevan tres años en las calles. Quieren democracia, libertad, cosas que nunca han experimentado en su vida. Cuando veo a esos chicos, tengo esperanza".