Hay que decir que el hidrógeno tiene importantes ventajas en la combinación energética del futuro. La primera ventaja del hidrógeno es su accesibilidad. Está muy presente en nuestro entorno: el 90% del universo está formado por átomos de hidrógeno (H). Como vector de energía, al igual que la electricidad, el hidrógeno permite transportar la energía del punto A al punto B. Sin embargo, para lograr esta hazaña utilizamos dihidrógeno (H2), que no se encuentra en su estado natural. Así que tenemos que producirlo y transportarlo. La segunda ventaja del hidrógeno es su alta densidad energética. Según las cifras, un kilo de hidrógeno almacena tres veces más energía que un kilo de gasolina y 100 veces más que las mejores baterías eléctricas del momento. Esta propiedad permite considerar el hidrógeno como una alternativa sólida en el sector del transporte, especialmente para los vehículos pesados en trayectos largos (tren, camión). Además, llenar un tanque de un vehículo con un gas es mucho más rápido que recargar con electricidad: sólo se tarda unos minutos en el caso de un vehículo eléctrico que funciona con hidrógeno.

Aunque el hidrógeno es un vector energético limpio en su punto de uso, no es necesariamente limpio en su fase de producción. El hidrógeno sigue siendo mayoritariamente gris (procedente de fuentes fósiles como el petróleo), y debería tender hacia el hidrógeno azul y sobre todo verde (procedente de energías descarbonizadas de origen fotovoltaico, hidráulico o eólico, por ejemplo).

Hemos identificado los principales actores de esta transición energética que podrían perturbar el mercado de la energía verde en los próximos años. Entre ellos se encuentran los operadores puros de almacenamiento de hidrógeno, los de recarga de vehículos, del transporte de hidrógeno, los fabricantes de pilas de combustible y los generalistas de energías limpias.