Tanto los críticos como los partidarios habían considerado su victoria como una conclusión inevitable en una votación que había alimentado las especulaciones de que podría abrir la puerta a la ampliación de los límites del mandato presidencial, ahora limitado a un único periodo de seis años.

Se preveía que entre el 90,3% y el 91,9% de los votantes habrían apoyado a López Obrador, según mostró el domingo por la noche una estimación preliminar del Instituto Nacional Electoral (INE).

Soltando una retahíla de improperios contra sus adversarios, López Obrador saludó el resultado del referéndum como "histórico", y comparó su resultado favorablemente con el número de votos obtenidos por los rivales a los que derrotó para ganar la presidencia, y en otras elecciones.

"No tenemos un rey en México", dijo en un discurso por vídeo. "Es una democracia y el pueblo manda".

Izquierdista pugnaz, López Obrador fue el artífice del primer llamado "referéndum revocatorio" en el México moderno, calificándolo de vital para confirmar su mandato democrático.

La participación en la votación se pronosticó entre el 17% y el 18,2%, según el INE, muy por debajo del umbral del 40% para que sea vinculante, y más baja que la de algunas encuestas.

Los líderes de la oposición habían disuadido activamente a sus partidarios de votar, y muchos condenaron el plebiscito como un ejercicio de propaganda y una costosa distracción de los problemas reales.

Se esperaba que la participación oscilara entre el 16% y el 25% en una encuesta publicada por el periódico El Financiero este mes.

Los analistas políticos habían dicho que López Obrador aprovecharía el resultado como un triunfo personal en su intento de impulsar un cambio constitucional del mercado eléctrico en el Congreso la próxima semana, aunque parece que le faltan votos.

López Obrador niega querer extender su mandato, pero utilizó el referéndum para encender a sus partidarios y probar su fuerza antes de las elecciones a gobernador en junio.

Desde que asumió el cargo en diciembre de 2018, López Obrador no ha cumplido con sus promesas de campaña de reducir la delincuencia violenta y levantar la economía, inquietando a los inversores al tratar de renegociar los contratos y reforzar el control estatal de los recursos naturales.

Pero su exitoso despliegue de programas de bienestar y la implacable representación diaria de una narrativa política en la que protagoniza un defensor moralmente recto de los pobres contra una élite corrupta y rica ha ayudado a apuntalar su popularidad.

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Muchos mexicanos consideran al campechano López Obrador como un bienvenido alejamiento de los líderes anteriores, a menudo vistos como distantes de la población en general en una sociedad que sigue siendo muy desigual.

"Quiero que el presidente siga en el poder", dijo una de ellas, Guillermina Gómez, después de votar en el estado central de Tlaxcala.

Esta ama de casa de 60 años dijo que sus programas de asistencia social han permitido que sus nietos se inscriban en la escuela secundaria, algo que los escasos ingresos de su hogar habían mantenido fuera del alcance de sus hijos.

"Gracias a él hemos recibido beneficios que nadie más nos ha dado".

Con un coste millonario y una gran publicidad en la capital, el referéndum preguntaba a los mexicanos si el mandato de López Obrador debía ser revocado "por pérdida de confianza", o si debía concluir su mandato como estaba previsto el 30 de septiembre de 2024.

Maribel Rosas, de 36 años, que votó por López Obrador para que llegara a la presidencia en 2018, dijo que había emitido un voto para que fuera destituido, ya que no estaba ayudando a la clase media y estaba estimulando la polarización social.

"Esta división no nos va a llevar a ninguna parte", dijo Rosas, residente de la Ciudad de México que trabaja en publicidad.

El presidente había acusado al Instituto Nacional Electoral de intentar obstaculizar el referéndum, lo que éste negó. Rápidamente volvió a criticarlo tras los resultados.