En toda Europa, los ganaderos han atascado carreteras, quemado neumáticos y vertido estiércol en protesta por una serie de presiones que amenazan sus medios de subsistencia y su forma de vida. En la provincia de Asturias, España, las autoridades se preparan para lo peor.

La primavera pasada, en una conflagración sin precedentes allí, casi 300 incendios forestales saltaron las autopistas, obligando a evacuar a cientos de residentes y llegando hasta los límites de la capital regional, Oviedo. Las autoridades culparon de muchos de los incendios a los agricultores.

Los agravios de décadas por la interferencia del gobierno en los métodos agrícolas tradicionales se combinan con el cambio climático para crear condiciones de polvorín, según las autoridades.

El gobierno regional, los fiscales y los grupos ecologistas afirman que algunos ganaderos provocaron deliberadamente los incendios del año pasado para liberar pastos de bajo coste, incendios que se les fueron de las manos debido a unas condiciones excepcionalmente cálidas y secas. Los ganaderos lo niegan.

Cuatro personas anónimas fueron detenidas y 31 están siendo investigadas por el presunto incendio provocado, según la policía.

Alejandro Calvo, jefe del departamento de prevención y extinción de incendios de Asturias, dijo a Reuters que la región ha aumentado su presupuesto para evitar y sofocar incendios forestales en casi un 20%, hasta los 70 millones de euros (75,7 millones de dólares), y ha contratado a más bomberos y guardas forestales para establecer sistemas de vigilancia las 24 horas del día.

En la raíz del problema, según las autoridades, está la práctica ancestral de los agricultores de quemar intencionadamente los matorrales. El ganado de color castaño que recorre las montañas y valles asturianos se remonta a la Edad de Hierro. Su carne alimentada con pasto es saboreada por los gourmets, su hábito de libertad es más apreciado que la carne criada con métodos intensivos.

La vegetación sin control crece caóticamente sobre los pastizales, limitando el acceso de las vacas, que no pueden digerir las plantas leñosas o espinosas. Una quema cuidadosamente programada puede despejar la zona, generar nuevas franjas de pasto y disuadir a los depredadores.

Pero la burocracia y el clima más cálido han cambiado esa historia. Desde 2004, la ley exige un permiso para realizar quemas controladas: Adquirir uno implica presentar un plan detallado, un mapa topográfico de la zona y documentos que prueben la propiedad de la tierra, entre otras restricciones.

Y Calvo afirma que la región ha experimentado un aumento consolidado de las temperaturas medias de dos grados en la última década -parte de una tendencia más amplia en toda España confirmada por la oficina meteorológica-, lo que hace que las quemas tradicionales sean más peligrosas.

"Existe... una clara relación entre las zonas donde hay una mayor actividad ganadera y la incidencia de los incendios", declaró Calvo a Reuters en una entrevista.

En el otro lado de la discusión, José Ramón García, responsable del sindicato de ganaderos UCA, culpa a las autoridades.

"Siempre intentan culpar a los ganaderos, diciendo que lo hacemos para generar pastos y eso es mentira", dijo García, más conocido en Asturias como Pachón, el apodo que heredó de su padre.

Según él, los dirigentes regionales no gestionan suficientemente bien la maleza inflamable, por lo que la mayoría de los grandes incendios se deben a causas naturales. Los intencionados causan daños limitados, argumentó.

"Tenemos tanta maleza que cualquier rayo provoca estos grandes incendios que amenazan a la gente y destruyen todo a su paso", dijo García, de 59 años.

Él mismo fue condenado en un tribunal local en 2016 por provocar ilegalmente un incendio que devastó 38 hectáreas (94 acres), algo que niega. El Tribunal Supremo español revocó su pena de prisión en apelación, pero mantuvo la condena.

Según los datos oficiales más recientes del Ministerio de Medio Ambiente español, sucesos como los rayos son los culpables de menos de cinco de cada 100 incendios en la región. Esos datos dicen que casi ocho de cada 10 incendios en Asturias se inician a propósito.

DEPOPULACIÓN

El jefe de bomberos Calvo, de 49 años, conoce los viejos métodos de gestión de incendios por experiencia. Hijo de una familia ganadera que creció en la zona, dice que veía a los granjeros prender fuegos para combatir la maleza. Recuerda que de niño ayudaba a recoger helechos para reducir los riesgos y que él mismo ayudaba a extinguir las llamas.

Pero ahora, dijo, a medida que más y más jóvenes se trasladan a las ciudades, no hay suficiente gente en la región para limpiar la maleza o vigilar los incendios cuando empiezan a arder. En su lugar, su departamento está llevando a cabo campañas de concienciación pública sobre los peligros de las quemas intencionadas.

"Estamos intentando que la gente entienda que esto no es aceptable, que puede ser un delito grave y que, por lo tanto, debe ser perseguido", dijo Calvo, en su oficina de Oviedo.

En Asturias, la quema controlada de un máximo de 10 hectáreas al día sólo está permitida durante las horas diurnas, cuando la velocidad del viento es baja y con la presencia de al menos un funcionario regional hasta que no se haya visto humo durante dos horas.

Meses después de las llamas del año pasado, un grupo de ancianos residentes sentados en un banco de la localidad de Navelgas afirmaron que nunca habían visto nada igual.

"Iba conduciendo por la carretera, con el humo saliendo por ambos lados, y sólo quería llorar", dijo un hombre, que no quiso dar su nombre.

Navelgas fue un centro de extracción de oro en la época romana. El oro desapareció hace tiempo, la ganadería es su principal sustento y su población es de apenas 720 habitantes. El pasado mes de agosto, el instituto nacional de estadística de España hizo un recuento de los asentamientos del país que contienen una sola persona y descubrió que la mayoría se encontraban en el noroeste montañoso, incluidos 337 en Asturias.

Las frustraciones económicas de la región se remontan a la entrada de España en la Comunidad Europea en 1986, que desencadenó un rápido ajuste alejándose de una sociedad principalmente agraria.

En la actualidad, la agricultura aporta poco más del 1% a la economía de la región. Daba empleo a menos del 6,5% de la población en 2000 y esa cifra ha disminuido considerablemente, según datos del gobierno regional.

Las subvenciones de la UE, incluida la Política Agrícola Común (PAC) ayudaron a mitigar los efectos, pero una encuesta de la Unión Europea de octubre de 2023 afirmaba que los pequeños agricultores del bloque tienen dificultades para financiar sus operaciones a través de los bancos.

Según la misma, las necesidades financieras insatisfechas de los agricultores de toda la UE casi se duplicaron hasta alcanzar los 62.000 millones de euros desde 2017 y afirmó que las pequeñas explotaciones y los jóvenes agricultores son los más afectados, ya que casi uno de cada dos no logra cubrir sus necesidades.

García, responsable del sindicato de agricultores, afirma que el futuro rural de sus hijos es demasiado precario.

"No hay relevo generacional", dijo. "Los que hemos trabajado en las granjas toda la vida, desde que éramos niños, no podemos aconsejar a nuestros propios hijos que sigan dirigiendo la granja".

Ha encabezado varias protestas de agricultores en Oviedo, además de intervenir en el parlamento regional para exigir mayores subvenciones para los agricultores. Dijo que había invitado a un experto local a dar charlas a los políticos regionales, al fiscal de medio ambiente y a la unidad de delitos rurales y medioambientales de la policía, "para evitar de alguna manera que Asturias arda por completo".

DEPREDADORES PROTEGIDOS

Además de generar pastos, los incendios ayudan a disuadir a lobos y osos.

Los terneros - la fuente de la ternera, un manjar asturiano del que España es uno de los principales productores - están siendo devorados por una población de lobos fuera de control y los ganaderos soportan la mayor parte del coste, dijo García, señalando los datos oficiales que muestran niveles de compensación inferiores a la mitad del valor de mercado.

Según el gobierno nacional, en 2020 -último año del que se dispone de datos- 2.928 animales de granja sin especificar se vieron afectados por ataques de lobos, lo que supuso el pago de 834.262 euros en indemnizaciones, 285 euros por cabeza de media.

Las vacas adultas tienen un valor de mercado aproximado de entre 5.000 y 7.000 euros por cabeza, mientras que los terneros alcanzan entre 1.600 y 2.200 euros.

En 2021, el gobierno socialista español de Madrid clasificó al lobo ibérico como especie en peligro de extinción, lo que genera multas o penas de prisión para quienes les causen daños.

Asturias también está gobernada por el partido socialista, pero sus políticas de protección del lobo son impopulares entre los ganaderos de esta región. En las elecciones generales de julio de 2023, los partidos que cortejan los votos de los ganaderos -entre ellos el partido de extrema derecha Vox y el Partido Popular (PP), de centro-derecha- defendieron la eliminación de los lobos de la lista de especies protegidas.

En mayo, una señal de la fuerza del sentimiento: Dos cabezas de lobo recién decapitadas aparecieron en las escaleras del ayuntamiento de un pequeño pueblo justo antes de la visita del presidente regional.

Los socialistas perdieron terreno frente al candidato del PP en el pueblo de García, a pesar de conservar el poder en las generales.

Montserrat Fernández, también ganadera, es la nueva alcaldesa. Dijo que los municipios rurales necesitan más fondos de las autoridades regionales y nacionales para ayudar a extinguir los incendios -utilizando herramientas como hidrantes de agua- y más incendios controlados y frecuentes de desbroce.

"Es bastante injusto culpar de los incendios a los agricultores", afirmó. En última instancia, los agricultores ayudan a prevenir los incendios, argumentó, porque sus animales eliminan el material combustible al comérselo.

Calvo está de acuerdo y dijo que el impulso de un mayor control local es bienvenido, pero que los agricultores deben atenerse al sistema de licencias.

"Existe un sentimiento subyacente en las zonas rurales de que las cosas irían mejor si la sociedad local se implicara más en la gestión de sus recursos", afirmó.

"Estoy totalmente de acuerdo con ello. Estamos intentando desarrollar instrumentos de gobernanza para que las comunidades de las aldeas puedan decidir sobre los planes de gestión forestal y hacerlos suyos." (1 dólar = 0,9246 euros) (Reportaje de David Latona y Vincent West; Edición de Aislinn Laing y Sara Ledwith)