Más de 650 máquinas de 150 clientes operan sin parar desde esta planta junto al río Poás, a las afueras de la capital, San José.

Costa Rica genera casi toda su energía de fuentes verdes, donde el Estado tiene el monopolio de la distribución de energía.

Pero el gobierno dejó de comprar electricidad debido al exceso de energía en el país, lo que obligó a la planta a reinventarse.

Eduardo Kooper es el propietario de Data Center CR y de la planta.

"Teníamos mucha energía, pero no hicimos nada con ella. Tuvimos que interrumpir la actividad durante nueve meses. Buscamos muchas alternativas, desde hacer frituras, congelados, todo lo que consumía mucha energía. Hace apenas un año, alguien me habló de Bitcoin, de la cadena de bloques y de la minería digital".

Kooper, escéptico al principio, se enteró de que el negocio de la minería de criptomonedas requiere mucha energía, gran parte de la cual procede de los combustibles fósiles.

La empresa invirtió 500.000 dólares para aventurarse en el alojamiento de ordenadores de minería digital.

"Nuestro mercado es el minero internacional que busca mejores condiciones. Ese minero busca energía limpia, energía barata que sea económicamente viable, y busca conexión a Internet, donde la encuentre es donde ese minero va a ir".

Data Center CR, con sus tres plantas, está valorada en 13,5 millones de dólares.

Hasta ahora, todos los clientes de la empresa son locales, pero su objetivo es llegar a los mineros internacionales.

Costa Rica ha sido lenta en adaptarse a las nuevas tecnologías, según Kooper, a diferencia de El Salvador, que se convirtió en el primer país del mundo en adoptar el Bitcoin como moneda de curso legal en septiembre de 2021.

"Al traer la máquina aquí y alojarla, nosotros, en esencia, podemos proporcionar una energía mucho más barata. Eso es esencialmente lo que estamos haciendo, para que la energía sea limpia, verde y más barata".