El resultado ofrece cierta esperanza al esfuerzo del Banco de Japón por impulsar la inflación hasta su objetivo del 2%, en parte cambiando la percepción sobre la deflación persistente, con una agresiva relajación monetaria.

Pero los analistas dudan de que los recientes aumentos de la inflación, impulsados en gran medida por el incremento de los costes de los combustibles y las materias primas, puedan mantenerse si no van acompañados de un aumento de los salarios.

El porcentaje de hogares que esperan que los precios sean más altos dentro de un año se situó en el 78,8%, por encima del 68,2% de septiembre y alcanzando el nivel más alto desde septiembre de 2019, según la encuesta del BOJ realizada entre el 5 de noviembre y el 1 de diciembre.

Del total, el 80,8% dijo que esperaba que los precios fueran más altos dentro de cinco años, por encima del 78,1% de la encuesta anterior y marcando el nivel más alto desde diciembre de 2019.

La encuesta se encuentra entre los datos que el Banco de Japón probablemente examinará en la reunión de política de la próxima semana para juzgar si el aumento de los costes de los insumos ha afectado a las expectativas de inflación de los hogares.

Casi nueve años de política ultrablanda no han conseguido disparar la inflación hasta el objetivo del BOJ, ya que el lento crecimiento de los salarios pesó sobre el consumo, desanimando a las empresas a aumentar los precios.

La esperanza de los responsables políticos del BOJ había sido sacar al público de la mentalidad deflacionista con una dosis masiva de estímulo monetario.

Mientras que la inflación al por mayor alcanzó un récord del 9,0% en noviembre debido al aumento de los costes de las materias primas a nivel mundial, la inflación básica al consumo se situó en tan sólo un 0,5%, debido en parte al golpe sufrido por el consumo a causa de la pandemia de coronavirus.

Algunos analistas esperan que la inflación subyacente de los consumidores supere el 1,5% en torno a abril, a medida que el arrastre de los recortes de las tarifas de los teléfonos móviles del año pasado disminuya y las pasadas subidas de los costes del petróleo hagan subir las facturas de la electricidad.

Muchos responsables políticos del Banco de Japón consideran que cualquier aumento de la inflación es insostenible a menos que vaya acompañado de aumentos salariales constantes, señalando el pegajoso sentimiento deflacionista de Japón.

El crecimiento de los salarios sigue siendo lento en parte porque las empresas japonesas no necesitan atraer a los trabajadores con un salario más alto, después de haberse aferrado a su tradición de mantener los recortes de puestos de trabajo al mínimo incluso durante la caída económica inducida por la pandemia del año pasado.

El gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, ha dicho que el banco central mantendrá la política monetaria ultralaxa hasta que se logre una inflación del 2%, incluso cuando sus homólogos, como la Reserva Federal de EE.UU., están pendientes de salir de las medidas de estímulo en modo de crisis.