En los 12 meses transcurridos desde la caótica retirada de Estados Unidos y sus aliados, algunos afganos han acogido con satisfacción la mejora de la seguridad, pero han luchado contra la pobreza, la sequía, la desnutrición y la desvanecida esperanza entre las mujeres de tener un papel decisivo en el futuro del país.

Afganistán es físicamente más seguro que cuando los talibanes de línea dura luchaban contra las fuerzas extranjeras lideradas por Estados Unidos y sus aliados afganos, pero existen enormes presiones sobre la economía, causadas en gran parte por el aislamiento del país, ya que los gobiernos extranjeros se niegan a reconocer a sus gobernantes.

La ayuda al desarrollo, de la que tanto dependía el país, se ha recortado a medida que la comunidad internacional exige a los talibanes que respeten los derechos de los afganos, especialmente de las niñas y las mujeres, cuyo acceso al trabajo y a la educación se ha visto restringido.

"Un año después de que los talibanes se hicieran con el control de Afganistán, la situación humanitaria ha empeorado y están aumentando las violaciones generalizadas de los derechos humanos, en particular contra las mujeres, las niñas y las minorías", declaró en Twitter el jefe de la política exterior de la UE, Josep Borrell.

"Hago un llamamiento a los que ostentan el poder de facto en Kabul para que reviertan estas decisiones y comportamientos inaceptables", añadió.

Aproximadamente 25 millones de afganos viven ahora en la pobreza, bastante más de la mitad de la población, y las Naciones Unidas estiman que podrían perderse hasta 900.000 puestos de trabajo este año al estancarse la economía.

La sociedad civil y los medios de comunicación independientes también se han reducido, y muchos de sus miembros han abandonado el país. La misión de la ONU en Afganistán dijo en un examen reciente que el grupo estaba limitando la disidencia mediante la detención de periodistas, activistas y manifestantes.