Los vuelos fletados organizados por las embajadas ucraniana y egipcia en Hungría han llevado a 2.600 ucranianos a Budapest desde el complejo turístico de Sharm el-Sheikh en el Mar Rojo desde el 5 de marzo y terminarían el viernes, dijo a Reuters la portavoz del aeropuerto de Budapest, Katalin Valentinyi.

Ucrania cerró su espacio aéreo a los vuelos comerciales cuando el presidente ruso Vladimir Putin lanzó lo que él llama "una operación militar especial" en Ucrania el 24 de febrero. Más de 2,3 millones de personas han huido ya del país, según las Naciones Unidas.

Algunos de los que llegaron a Budapest ya habían hecho planes para viajar a Polonia, Alemania u otros países europeos para quedarse con familiares. La mayoría, sin embargo, estaba decidida a volver a casa, subiendo a los autobuses proporcionados por la policía y los bomberos para llevarlos al siguiente tren a Zahony, en la frontera entre Hungría y Ucrania.

"No tengo miedo de nada, me voy a casa. Esa es mi gente, esa es mi tierra", dijo Ekaterina, de 72 años, que estaba descansando en el aeropuerto antes de continuar la siguiente etapa de su viaje a su ciudad natal, Kryvyi Rih, en el centro de Ucrania.

"La gente está tejiendo ahora redes de camuflaje... cosiendo ropa para los militares. Tendremos mucho trabajo allí", dijo.

Ucrania dijo el jueves que Moscú había desairado su petición de acceso humanitario para rescatar a cientos de miles de civiles atrapados bajo los bombardeos. Las conversaciones de alto nivel entre ambas partes celebradas en Turquía no dieron ningún resultado.

Los ucranianos que llegaron al aeropuerto de Budapest fueron recibidos por traductores voluntarios que les ayudaron a seguir su camino o a encontrar alojamiento para pasar la noche mientras repartían plátanos, barras de chocolate y agua a los niños agotados.

Algunas familias decidieron separarse y se dirigieron a diferentes países, despidiéndose emotivamente en el aeropuerto.

Olga y Aleksandr Martinenko regresaban a su casa en Kiev con sus dos hijos. "Allí lo tenemos todo. Nuestros padres, la escuela, los amigos y nuestro gato", dijo Olga, de 35 años, a Reuters.

"Defenderemos (nuestra) tierra... ¿Qué otra cosa podemos hacer? Ahora no podemos escondernos".