Túnez, que sufre un cuarto año consecutivo de grave sequía, registró un descenso de la capacidad de sus presas a unos 1.000 millones de metros cúbicos, o el 30% de la máxima, debido a la escasez de lluvias desde septiembre de 2022 hasta mediados de marzo de 2023, declaró Hamadi Habib, alto funcionario del ministerio de Agricultura.

El ministerio de Agricultura también prohibió el uso de agua potable para lavar coches, regar zonas verdes y limpiar calles y lugares públicos. Los infractores se enfrentan a una multa y a penas de prisión de entre seis días y seis meses, según la Ley del Agua.

Los residentes afirmaron que las autoridades tunecinas llevan dos semanas cortando el agua potable por la noche en algunas zonas de la capital y otras ciudades en un intento de reducir el consumo, una medida que ha desatado la ira generalizada. El gobierno declinó hacer comentarios sobre la denuncia.

La nueva decisión amenaza con avivar la tensión social en un país cuya población padece unos servicios públicos deficientes, una inflación elevada y una economía débil.

La presa de Sidi Salem, en el norte del país, un proveedor clave de agua potable para varias regiones, se ha reducido a sólo el 16% de su capacidad máxima de 580 millones de metros cúbicos, según cifras oficiales.

La cosecha de cereales de Túnez será "desastrosa", ya que la cosecha, afectada por la sequía, se reducirá a 200.000-250.000 toneladas este año, frente a las 750.000 toneladas de 2022, según declaró el jueves a Reuters Mohamed Rjaibia, alto responsable del sindicato de agricultores.