Aprovechando las nuevas regulaciones, fundó "Tiempo de Luz", el único negocio en Cuba, dijo, dedicado a la producción y venta de relojes de pulsera, de mesa y de pared ensamblados a partir de relojes desechados y materiales reciclados disponibles localmente.

"Estamos ocupando un nicho vacío", dijo Barrios, de 41 años, a Reuters en una reciente visita a su tienda de La Habana, donde sus empleados ensamblan, con esmerado cuidado, relojes a partir de piezas rescatadas de viejos relojes y materias primas, maderas, cuero y fibras naturales encontradas en la isla caribeña.

"No tenemos que importar ninguno de nuestros materiales", dijo.

Cuba se benefició durante décadas de sus estrechos lazos con la Unión Soviética, que le permitían importar mercancías del extranjero, pero tras la caída del bloque en 1991 muchos productos antaño comunes en la isla, incluidos los relojes, prácticamente desaparecieron de las tiendas estatales.

"Hace años había una gran diversidad de relojes rusos en Cuba y hoy ese mercado de relojes está vacío", dijo.

Más recientemente, la escasez de alimentos, combustible y medicinas ha obligado tanto al Estado como a un número creciente de pequeñas empresas privadas a centrarse en lo básico, como la construcción, la producción de alimentos y el turismo, aunque Barrios afirma que su empresa de cuatro personas está avanzando, a pesar de algunos problemas con la financiación y los fondos.

Sus relojes "Made in Cuba", dijo, están expuestos en varios hoteles de La Habana, así como en algunas tiendas de la capital cubana.