El conflicto entre el ejército sudanés y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FPR) no ha perdonado a su aldea Ayatine, en la región de Darfur occidental, donde los combates han reavivado un conflicto de dos décadas de duración y una violencia latente.

Residentes y fuentes de la región de Darfur occidental han informado de saqueos, ataques de represalia étnica y enfrentamientos entre el ejército y las RSF, que evolucionaron a partir de las milicias janjaweed.

Al menos 96 personas han muerto en Darfur desde el lunes en la violencia intercomunal reavivada por el conflicto, según la oficina de derechos humanos de la ONU.

"En nuestro pueblo, la gente armada vino y quemó y saqueó las casas y nos vimos obligados a huir", dijo Adam.

Mientras los vecinos se apresuraban a hacer las maletas para marcharse entre detonaciones y disparos, Adam se encontró sola. Su marido se había marchado al este del país en busca de trabajo y hacía tiempo que no se sabía nada de él.

Su hermana y su madre se enteraron por un vecino de que estaba a punto de dar a luz. Corrieron a rescatarla.

"Cuando llegamos, ya había dado a luz y la gente la había dejado sola. Corté el cordón umbilical de la niña y la limpiamos", declaró a Reuters Souraya Adam, la hermana de Adam, de 27 años.

Las mujeres ataron a la niña e inmediatamente emprendieron la caminata de más de 30 km (18 millas) a través de áridos matorrales hacia Chad, donde se unieron a otros 20.000 refugiados sudaneses que han huido de Darfur occidental hacia Chad desde que comenzaron los combates.

"La dejamos descansar un rato y luego continuamos hasta aquí", dijo Souraya Adam, hablando en el campo de refugiados de Koufroun, en Chad.

Sentada en una estera bajo un árbol, Zamzam Adam acunaba y alimentaba a su bebé de 13 días que había llorado durante cinco días, dijo su hermana.

"Ahora está mucho mejor, ya no llora como antes. Sé que el niño está enfermo, y su madre también", dijo Souraya Adam, añadiendo que a su hermana le habían salido sarpullidos.

A su alrededor, grandes multitudes de mujeres y niños se arremolinaban en el campamento cercano a la frontera sudanesa, mientras otros descansaban en refugios improvisados de palos y juncos sujetos con trozos de tela.

La oleada de llegadas supone una carga adicional para los escasos recursos de Chad, ya de por sí sobrecargados por acoger a 400.000 refugiados que huyeron de anteriores conflictos en Sudán.