¡Y por fin lo consiguieron! El oso cedió ante el insolente entusiasmo de los mercados estadounidense, japonés y, en menor medida, europeo. El Nasdaq ha subido casi ininterrumpidamente desde mediados de marzo, registrando ganancias superiores al 37% desde principios de año. El S&P 500 ha ganado alrededor de un 15% en el mismo periodo. En el Viejo Continente, el IBEX35 español ha ganado al menos +14.63%desde el 1 de enero y el  CAC 40 ha ganado al menos un +12% desde el 1 de enero, y ha repuntado con fuerza en los últimos 15 días. Y el patrón es similar para el Euro Stoxx 50 y el DAX alemán, por citar sólo dos.

Sin embargo, parece que esta locura bursátil se basa en pilares frágiles: algunas ganancias en valores tecnológicos, y más concretamente en los que hacen promesas en torno a la revolución de la inteligencia artificial. Este entusiasmo parece un poco una huida hacia delante hacia un mundo en el que la geopolítica esté más calmada y el comercio vuelva a la normalidad. Un mundo en el que la inteligencia artificial resolvería todos nuestros problemas, incluidos los ecológicos. Un mundo en el que los financieros que apuestan por las innovaciones del mañana sabrían realmente lo que tienen en sus carteras, aparte de algunas frases de marketing futurista magníficamente elaboradas.

¿Pero no deberíamos deshacernos de la piel de oso antes de venderla? De lo contrario, es muy probable que el oso vuelva a asomar su fea cabeza.

Dibujo de Amandine Victor para MarketScreener