Los llamados fondos indexados "pasivos" ignoran por completo la cuestión de la valoración. Se contentan con seguir al mercado allá donde vaya, sin adherirse al enfoque tradicional del inversor "activo", que discrimina entre las distintas oportunidades para tratar de apostar por las mejores.

El flujo de capital hacia los fondos indexados es tan grande que acaba dictando los precios de las acciones. Peor aún, como los fondos indexados suelen basar su asignación de activos en las capitalizaciones bursátiles, tienden naturalmente a concentrarse en todos los valores sobrevalorados, descuidando los infravalorados.

Tomemos el caso de dos empresas cotizadas cuyo valor razonable -por ejemplo, lo que pagaría un posible comprador estratégico- es de 1.000 millones de dólares.La primera está infravalorada, con una capitalización bursátil de 500 millones de dólares, y la segunda está sobrevalorada, con una capitalización bursátil de 2.000 millones de dólares.

Cuando un fondo indexado asigna sus recursos en función de la capitalización bursátil, invertirá cuatro veces más en la segunda que en la primera. El resultado es que la empresa ya sobrevalorada se sobrevalora aún más por la entrada de nuevos capitales, mientras que la empresa infravalorada sigue infravalorada.

Teóricamente, este ejemplo ilustra el riesgo de una profunda distorsión del mercado inducida por el dominio de los fondos indexados y, por extensión, de la dinámica tradicional de oferta y demanda que solía regirlos.