Senegal está haciendo balance de los daños después de que la condena a prisión del destacado opositor Ousmane Sonko desencadenara los peores disturbios civiles en décadas, que amenazan con hacer mella en el progreso de una de las economías de más rápido crecimiento de África.

Dieciséis personas murieron y cientos resultaron heridas. Los alborotadores atacaron bancos, supermercados y gasolineras. Los pequeños comercios también se vieron afectados.

"Había una clara intención de afectar al funcionamiento normal de nuestra actividad económica. Los objetivos no se eligieron de forma fortuita", declaró el ministro del Interior, Antoine Felix Abdoulaye Diome, durante el fin de semana.

Las estaciones de una red de autobuses eléctricos fueron derribadas, haciendo descarrilar un importante proyecto destinado a reducir la notoria congestión y contaminación de la capital.

Un ataque a una planta de agua estatal podría crear escasez en Dakar, donde no llueve desde hace ocho meses y donde los cortes de agua son habituales, dijo Diome.

En la ciudad de Mbour, una nueva franquicia de KFC ha cerrado y despedido a 30 empleados después de que fuera saqueada el jueves, dijo un portavoz del Grupo Sedima, la empresa avícola local que gestiona la franquicia.

El restaurante perdió miles de dólares en existencias y maquinaria después de que los manifestantes irrumpieran en su interior.

TRASTORNOS DIARIOS

Aparte de los daños, un día de protestas puede ralentizar la producción económica en el equivalente de hasta unos 33 millones de dólares diarios, según estimaciones del gobierno.

Los ciudadanos sienten rápidamente el pellizco en un país donde más del 95% del trabajo es informal, según la Organización Internacional del Trabajo.

La compañía de autobuses Dem Dikk, que es en parte propiedad del Estado y cuyos autobuses de color beige son blanco recurrente durante las protestas, reanudó parcialmente sus servicios esta semana.

Pero en su estación de Dakar, sólo un puñado de pasajeros subieron a autobuses normalmente llenos de personas que se dirigían a otras regiones.

Los ataques a sus autobuses han costado a la empresa más de 7 millones de dólares desde marzo de 2021, según declaró a Reuters su director general, Ousmane Sylla. Sólo la semana pasada incendiaron más de 70 y destrozaron con piedras una veintena.

La paralización de las operaciones puede costar a Dem Dikk hasta 80.000 dólares diarios en pérdidas y dificultar el acceso al trabajo de miles de viajeros.

La prohibición gubernamental de las motocicletas, un medio de transporte muy popular, agrava el problema.

"Las perturbaciones en este sector son muy difíciles para la economía de Senegal", dijo Sylla.

Los grupos de la oposición han convocado más protestas en Dakar para el viernes y el sábado.

El estudiante universitario Mbodj, de 26 años, esperaba un autobús para dirigirse a la ciudad norteña de Saint Louis. Dijo que pensaba quedarse con sus padres hasta que se reanude la normalidad.

"Está creando desempleo", dijo, y añadió que ya era difícil para los licenciados encontrar trabajo antes de los disturbios.