El 2 de febrero, el alumbrado golpeó un cable eléctrico durante una fuerte tormenta, haciendo que se rompiera y cayera sobre las casas y un mercado, electrocutando a los que estaban debajo.

En una ceremonia a la que asistieron algunos de los principales políticos del país, amigos y familiares apoyaron a los fallecidos en su dolor mientras llegaban los 25 coches fúnebres con los ataúdes.

Peggy Ndanani acudió a asistir a su hermano pequeño, cuya esposa era vendedora en el mercado.

"Es realmente muy doloroso, ver a una persona con la que estabas todo el tiempo, comprender que no vamos a volver a verla", dijo Ndanani. "Aprovechamos la oportunidad para pedir al gobierno que vea cómo puede ayudar a los hijos de todas estas víctimas".

El gobierno pagó la ceremonia y realizó donaciones a las familias de los fallecidos. Los ataúdes se colocaron en una larga fila bajo una carpa abierta, con fotos de las víctimas enmarcadas en oro apoyadas en el frente.

Los cables eléctricos se derrumban con frecuencia en Kinshasa, una ciudad de más de 13 millones de habitantes con infraestructuras anticuadas y barrios informales que se extienden en zonas no destinadas al desarrollo residencial.

El gobernador de Kinshasa, Gentiny Ngobila, dijo que su administración no volvería a transigir con las leyes de planificación y a permitir la "construcción anárquica".

"Esta tragedia, más allá de nuestras lágrimas, es un momento sagrado de unión del pueblo de Kinshasa, en la tristeza y también en la esperanza de días mejores", dijo Ngobila.