¿QUÉ DESENCADENÓ LA VIOLENCIA?

La tensión se había ido acumulando durante meses entre el ejército sudanés y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FPR), que juntas derrocaron a un gobierno civil en un golpe de Estado en octubre de 2021.

Las fricciones llegaron a su punto álgido a raíz de un plan respaldado internacionalmente para poner en marcha una nueva transición con partidos civiles. Estaba previsto que se firmara un acuerdo final a principios de abril, en el cuarto aniversario del derrocamiento del autócrata islamista Omar al-Bashir, que gobernó durante mucho tiempo, en un levantamiento popular.

Tanto el ejército como la RSF debían ceder el poder según el plan y dos cuestiones resultaron especialmente polémicas. Uno era el calendario para la integración de la RSF en las fuerzas armadas regulares. Una segunda era la cadena de mando entre el ejército y los líderes de la RSF y la cuestión de la supervisión civil.

Cuando estallaron los combates, ambos bandos se culparon mutuamente de provocar la violencia. El ejército acusó a la RSF de movilización ilegal en los días precedentes y la RSF, al avanzar sobre lugares estratégicos clave en Jartum, dijo que el ejército había intentado hacerse con todo el poder en un complot con los leales a Bashir.

¿QUIÉNES SON LOS PRINCIPALES ACTORES SOBRE EL TERRENO?

Los protagonistas de la lucha por el poder son el general Abdel Fattah al-Burhan, jefe del ejército y líder del consejo gobernante de Sudán desde 2019, y su adjunto en el consejo, el líder de la RSF, el general Mohamed Hamdan Dagalo, conocido comúnmente como Hemedti.

A medida que se desarrollaba el plan para una nueva transición, Hemedti se alineó más estrechamente con los partidos civiles de una coalición, las Fuerzas para la Libertad y el Cambio (FFC), que compartieron el poder con los militares entre el derrocamiento de Bashir y el golpe de 2021.

Diplomáticos y analistas afirmaron que esto formaba parte de una estrategia de Hemedti para transformarse en un hombre de Estado y cimentar su posición en el centro del poder. Tanto el FFC como Hemedti, que se enriqueció gracias a la minería de oro y otras empresas, subrayaron la necesidad de dejar de lado a los leales a Bashir de tendencia islamista y a los veteranos que habían recuperado su posición tras el golpe y tienen profundas raíces en el ejército.

Junto con algunas facciones rebeldes pro-ejército que se beneficiaron del acuerdo de paz de 2020, los leales a Bashir se opusieron al acuerdo para una nueva transición.

¿QUÉ ESTÁ EN JUEGO?

El levantamiento popular había suscitado esperanzas de que Sudán y su población de 46 millones de habitantes pudieran salir de décadas de autocracia, conflictos internos y aislamiento económico bajo el mandato de Bashir.

Los combates actuales, centrados en una de las mayores zonas urbanas de África, no sólo podrían destruir esas esperanzas, sino desestabilizar una región volátil que limita con el Sahel, el Mar Rojo y el Cuerno de África.

También podría jugar a favor de la competencia por la influencia en la región entre Rusia y Estados Unidos, y entre las potencias regionales que han cortejado a diferentes actores en Sudán.

¿CUÁL ES EL PAPEL DE LOS ACTORES INTERNACIONALES?

Las potencias occidentales, incluido Estados Unidos, habían apoyado una transición hacia elecciones democráticas tras el derrocamiento de Bashir. Suspendieron el apoyo financiero tras el golpe, y luego respaldaron el plan para la nueva transición y un gobierno civil.

Las potencias ricas en energía, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, también han tratado de influir en los acontecimientos de Sudán, viendo la transición fuera del gobierno de Bashir como una forma de hacer retroceder la influencia islamista y reforzar la estabilidad en la región.

Los Estados del Golfo han perseguido inversiones en sectores como la agricultura, donde Sudán tiene un gran potencial, y puertos en la costa sudanesa del Mar Rojo.

Rusia ha estado intentando construir una base naval en el Mar Rojo, mientras que varias empresas de los EAU se han apuntado a invertir.

Tanto Burhan como Hemedti estrecharon lazos con Arabia Saudí tras enviar tropas a participar en la operación liderada por este país en Yemen. Hemedti ha entablado relaciones con otras potencias extranjeras, incluidos los EAU y Rusia.

Egipto, gobernado a su vez por el militar Abdel Fattah al-Sisi, que derrocó a su predecesor islamista, mantiene profundos vínculos con Burhan y el ejército, y recientemente ha promovido una vía paralela de negociaciones políticas a través de partidos con vínculos más fuertes con el ejército y con el antiguo gobierno de Bashir.

¿CUÁLES SON LOS ESCENARIOS?

Las partes internacionales han pedido un alto el fuego humanitario y la vuelta al diálogo, pero ha habido pocos signos de compromiso por parte de las facciones enfrentadas a pesar de una tregua en los combates que permitió a las naciones extranjeras sacar a diplomáticos y ciudadanos. Los ciudadanos sudaneses, mientras tanto, han abandonado en masa la zona de la capital.

El ejército ha tachado a la RSF de fuerza rebelde y ha exigido su disolución, mientras que Hemedti ha calificado a Burhan de criminal y le ha culpado de haber sembrado la destrucción en el país.

Aunque el ejército sudanés dispone de recursos superiores, incluido el poder aéreo y unos 300.000 soldados, la RSF había crecido en los últimos años hasta convertirse en una fuerza bien equipada de unos 100.000 efectivos, desplegados por todo el país y desde que comenzaron los combates incrustados en los barrios de la capital.

La RSF cuenta con el apoyo y los lazos tribales de la región occidental de Darfur, donde surgió de las milicias que lucharon junto a las fuerzas gubernamentales para aplastar a los rebeldes en una guerra brutal que se intensificó después de 2003.

La creciente crisis humanitaria ha golpeado a un país que ya estaba sumido en una larga crisis económica y en el que cerca de un tercio de la población necesitaba ayuda antes de que comenzaran los combates.

Está provocando desplazamientos masivos dentro de Sudán que podrían desbordar cada vez más las fronteras. Decenas de miles de personas ya han huido a estados vecinos como Egipto, Chad y Sudán del Sur.