La calma duró poco. Tras las quiebras de SVB ("Silicon Valley bank") y Signature Bank a principios de marzo, y luego, en otro contexto, del europeo Credit Suisse, el sistema bancario occidental ha vuelto a sufrir un duro golpe: First Republic Bank ha caído, en la segunda mayor quiebra bancaria de la historia de Estados Unidos. 
 
El acreedor de San Francisco fue inmediatamente adquirido por el también banquero JPMorgan, que ganó la puja contra al menos tres rivales con una oferta de 10.600 millones de dólares. Sin embargo, el banco de Jamie Dimon no debería haber podido adquirir FRB. De hecho, las normas que rigen las entidades bancarias al otro lado del Atlántico prohíben que una sola entidad controle más del 10% de los depósitos estadounidenses. La absorción de la firma en apuros otorga ahora a JPMorgan 2,4 billones de dólares en depósitos. 
 
¿Por qué? Por el bien del sistema. Ante el temor a un efecto dominó, los reguladores y la FDIC (Federal Deposit Insurance Corporation, la agencia que garantiza los depósitos de los bancos estadounidenses) optaron por la solidez. JPMorgan era también el único banco que podía comprar casi todo First Republic, incluidas las hipotecas, un activo poco atractivo. Además de estabilizar el sector bancario, esta adquisición también pretende proteger el sector inmobiliario. También hay quien sostiene que la norma del 10% podría haberse eludido porque no se aplicaría a la compra de un banco en quiebra.
 
Así pues, es JPMorgan el ganador de esta operación, lo que refuerza aún más su omnipotencia. Los observadores del sector señalan que las épocas de turbulencias tienden a favorecer a los grandes prestamistas. Recordemos que hace unas semanas, HSBC adquirió todos los activos británicos de SVB por una libra. Buen negocio. 
 
Y luego está la filosofía de “too big to fail” es decir demasiado grande para quebrar. Desde la crisis de 2008, los grandes bancos se han hecho más fuertes, más rentables y más capaces de capear temporales. Aunque para algunos, esta fortaleza por sí sola represente un peligro. Una de las críticas a la operación es que el sector está demasiado concentrado. Hace treinta años, había cerca de 11.000 bancos en EE.UU., hoy son poco más de 4.000.

Dibujo de Amandine Victor para MarketScreener