Moldavia, azotada por la guerra en la vecina Ucrania, ha fijado la adhesión a la Unión Europea como su principal objetivo de política exterior desde la elección en 2020 de la presidenta Maia Sandu.

Gagauzia, en el sur del país, tiene su propia asamblea y gobierno autónomos y está poblada por turcos étnicos que se adhieren al cristianismo ortodoxo. Los 140.000 residentes de la región han mantenido una relación incómoda con las autoridades moldavas en las tres décadas de independencia del dominio soviético.

Yevgeniya Gutul, la nueva líder de Gagauzia, o bashkan, fue elegida en nombre del partido de Ilan Shor, encarcelado este año durante 15 años por su participación en un fraude masivo.

El partido fue ilegalizado el mes pasado por el Tribunal Constitucional de Moldavia y Shor ha proclamado, desde su exilio en Israel, su plan de formar un nuevo grupo. También ha prometido invertir 500 millones de euros (560 millones de dólares) en Gagauzia.

"Permítanme dar las gracias a Ilan (Shor) y a su movimiento no sólo por apoyar mi candidatura, sino por no abandonarnos a pesar de las presiones de Chisinau", declaró Gutul en su discurso.

"Ilan Shor está dispuesto a hacer lo que haga falta para que podamos cumplir nuestras promesas electorales... Mi equipo y yo comprendemos perfectamente la situación en la que se encuentra nuestro país, Moldavia".

Moldavia solicita a Israel la extradición de Shor.

Gutul se comprometió a mantener buenos lazos con Turquía y Rusia, así como con los vecinos de Moldavia, Ucrania y Rumania.

En la campaña electoral, disputada por una lista de candidatos prorrusos, prometió estrechar lazos con Rusia y abrir una misión diplomática en Moscú.

Por primera vez desde 1993, la toma de posesión tuvo lugar sin la asistencia de altos cargos de Chisinau.

El partido de Shor, ya desaparecido, ha protagonizado meses de protestas para denunciar la subida de los precios y exigir la dimisión del gobierno.

El partido PAS de Sandu, que decidió no presentarse a las elecciones de Gagauzia, disfruta de una amplia mayoría en el parlamento y tiene pocas posibilidades de caer.

El país también se ha visto acosado desde su independencia por la presencia en su frontera oriental de un enclave separatista prorruso, Transdniestria, donde 1.500 "fuerzas de paz" rusas mantienen separados a ambos bandos.