Los países vecinos de Francia, Suiza, Bélgica y Holanda, han adoptado leyes que permiten la muerte médicamente asistida en algunos casos. Pero Francia se ha resistido a dar ese paso, en parte por la presión de la Iglesia católica.

La ley Claeys-Leonetti sobre el final de la vida, adoptada en 2016, autoriza la sedación profunda, pero sólo para las personas cuyo pronóstico esté amenazado a corto plazo.

En una entrevista al diario Liberation, Macon dijo que no quería llamar a la nueva legislación eutanasia o suicidio asistido, sino "ayuda a morir".

"No crea, en sentido estricto, un nuevo derecho ni una libertad, pero traza una vía que no existía hasta ahora y que abre la posibilidad de solicitar ayuda para morir bajo ciertas condiciones estrictas", dijo.

Macron dijo que esas condiciones tendrían que cumplirse y que un equipo médico evaluaría y se aseguraría de que los criterios para la decisión son correctos.

Afectaría únicamente a los adultos capaces de tomar la decisión y cuyo pronóstico vital se viera amenazado a medio plazo, como en el caso de un cáncer en fase terminal, dijo.

Los familiares también podrían recurrir la decisión, dijo Macron.

El proyecto de ley se basa en el trabajo de un grupo de 184 ciudadanos franceses designados al azar que debatieron la cuestión.

Concluyeron su trabajo el año pasado con un 76% de ellos declarándose a favor de permitir algún tipo de asistencia para morir, para aquellos que lo deseen.

La decisión de seguir adelante con la legislación sobre el final de la vida se produce después de que el derecho al aborto quedara consagrado en la Constitución francesa, tras una abrumadora votación de los legisladores a principios de este mes.

Macron ha tratado de reforzar su imagen de reformador social a sólo tres meses de las elecciones parlamentarias europeas de junio. Su partido está más de 10 puntos por detrás del ultraderechista Rassemblement National en las encuestas.