La pandemia de Corona, la guerra en Ucrania y la explosión de los precios de la energía: Los seis años de mandato del director general de BASF, Martin Brudermüller, se han caracterizado por las crisis.

Su sucesor, Markus Kamieth, asume el cargo en tiempos inciertos y con unos beneficios que siguen cayendo. "BASF debe seguir cambiando", dijo Kamieth en la Junta General Anual celebrada el jueves en Mannheim, marcando el rumbo a seguir. "Podemos aprovechar nuestros éxitos y puntos fuertes, pero también debemos establecer nuevas prioridades para el futuro". Dijo que ofrecería información detallada al respecto dentro de unos meses. La decisión de cerrar varias plantas en la sede de Ludwigshafen a principios de 2023 fue la correcta, dijo Brudermüller. "Pero habrá más por venir". Esto se debe a que los productos químicos básicos son permanentemente menos competitivos en Europa debido a los precios estructuralmente más altos de la energía.

Brudermüller era consejero delegado desde 2018 y trabajó para la mayor empresa química del mundo durante 36 años. En el futuro, dirigirá el Consejo de Supervisión de Mercedes-Benz. Kamieth debe ahora sacar a BASF de la profunda crisis en la que se encuentra la industria química. La industria sufre desde hace tiempo la debilidad de la demanda y los elevados costes de producción. A principios de año, Brudermüller endureció el programa de reducción de costes en la sede central de Ludwigshafen, ya que BASF lleva dos años en números rojos en Alemania. Cada año deberán ahorrarse otros mil millones de euros, a lo que se asocian nuevas reducciones de plantilla. A principios de 2023, BASF ya había anunciado planes para suprimir 2.600 puestos de trabajo en todo el mundo, casi dos tercios de ellos en Alemania. A finales de marzo, en Ludwigshafen trabajaban nada menos que 38.400 personas, unas 560 menos que un año antes. El Grupo cuenta con algo menos de 111.900 empleados en todo el mundo.

EL NUEVO DIRECTOR GENERAL SE ENFRENTA AL MARATÓN

"Siguen siendo tiempos tormentosos para la industria química", dijo Brudermüller en su último discurso como CEO de BASF ante unos 5.000 accionistas. "Nunca había experimentado una debilidad tan prolongada de la demanda como en los últimos años". Sin embargo, se produjo un ligero repunte en el primer trimestre. "No obstante, aún no podemos confirmar un giro fundamental en el impulso del sector. El requisito previo para ello es que la actual tendencia positiva continúe en los próximos trimestres."

BASF sintió los efectos de unos precios de venta significativamente más bajos en el primer trimestre. Las ventas cayeron un buen doce por ciento hasta los 17.500 millones de euros. A ello contribuyeron también los efectos negativos de los tipos de cambio. El beneficio operativo ajustado (EBITDA) se contrajo más de un cinco por ciento hasta los 2.700 millones de euros. BASF lo atribuyó principalmente al aumento de las provisiones para primas. No obstante, el resultado fue mejor de lo esperado por los analistas, que de media habían pronosticado un descenso hasta los 2.560 millones de euros. Para todo el año, BASF sigue esperando un aumento del beneficio operativo ajustado hasta entre 8.000 y 8.600 millones de euros (2023: 7.700 millones).

Los inversores esperan ahora que Kamieth vuelva a encarrilar a BASF. Brudermüller le está cediendo una obra; Ludwigshafen, en particular, se ha convertido en un problema desde que ya no hay gas barato allí, dijo el gestor de fondos Arne Rautenberg de Union Investment. "También hay que establecer sus propias prioridades en la búsqueda de salidas a la miseria de Ludwigshafen", explicó a Kamieth. "Si las condiciones siguen siendo difíciles, no será un sprint, sino un maratón".

(Informe de Patricia Weiß, editado por Sabine Wollrab. Si tiene alguna duda, póngase en contacto con nuestra redacción en berlin.newsroom@thomsonreuters.com (para política y economía) o frankfurt.newsroom@thomsonreuters.com (para empresas y mercados).