Miles de satélites comerciales están siendo lanzados a la órbita terrestre a un ritmo récord, lo que aumenta el riesgo de colisiones que podrían generar enjambres de desechos peligrosos. Y sin normas establecidas para el comportamiento militar en el espacio, algunos temen un posible ataque con armas espaciales que podría generar muchos más desechos.

Están en juego miles de millones de dólares en activos: los dispositivos orbitales cruciales para la navegación y los mapas de los teléfonos inteligentes, los mensajes de texto, las llamadas y las conexiones a Internet que utilizan las industrias y las personas en todo el mundo.

El Mando Espacial estadounidense publicó el viernes una lista formal de lo que considera comportamientos espaciales responsables, en un intento de dirigir las normas militares en órbita.

"La idea es que esperamos que nuestros adversarios hagan lo mismo", declaró a Reuters el general de brigada Richard Zellmann, subdirector de la unidad de operaciones del mando.

El amplio informe incluye una sección sobre desechos espaciales que insta a los agentes espaciales a deshacerse de forma segura de sus satélites fuera de servicio y a notificar a otros operadores si algún problema con su nave espacial puede suponer un peligro de desechos.

"Hay que encontrar la manera de permitir que la economía crezca en el ámbito espacial, y para ello hay que asegurarse de que siga siendo sostenible", dijo Zellmann, que supervisa gran parte de los esfuerzos de rastreo espacial del Pentágono.

"La clave para ello va a ser asegurarnos de que podemos resolver el problema de los residuos, o al menos mitigarlo hasta el punto de que sea aceptable".

Mientras los gobiernos intentan abordar las normas internacionales, la respuesta inmediata al ensuciamiento de la órbita procede en gran parte del sector privado.

La empresa Astroscale, con sede en Tokio y filiales en EE.UU. y Gran Bretaña, está probando un dispositivo de retirada de residuos llamado ELSA, diseñado para engancharse a los satélites desintegrados y arrastrarlos hacia la atmósfera terrestre para su ardiente eliminación.

Jack Deasy, vicepresidente de desarrollo empresarial de la filial estadounidense de Astroscale, afirmó que se necesitan urgentemente políticas específicas para la industria en materia de comportamiento espacial, similares a las normas propuestas por el Mando Espacial estadounidense, antes de que se produzca una colisión catastrófica que pueda dar lugar a regulaciones onerosas.

"Ese tipo de cosas precipitadas e impulsadas por la crisis no son siempre la mejor manera de establecer políticas a largo plazo que sostengan el ecosistema", afirmó.

SpaceX, de Elon Musk, ha lanzado miles de satélites de Internet Starlink en órbita terrestre baja en los últimos años. Un puñado de otras empresas, entre ellas Amazon, de Jeff Bezos, planean hacer lo mismo.

"Particularmente en la (órbita terrestre baja), que está cada vez más abarrotada, la gente que está invirtiendo miles de millones de dólares para gestionar esas constelaciones tiene muchos incentivos para mantenerla limpia ellos mismos", dijo Deasy.

Astroscale cerró esta semana una ronda de financiación de serie G que le reportó 76 millones de dólares, una suma sustancial en un sector que, por lo demás, se enfrenta a una sequía de inversiones, ya que los inversores buscan apuestas más seguras en medio del aumento de la inflación.

Situando la financiación total de la empresa en 376 millones de dólares, entre los inversores se encontraban Mitsubishi Electric y el multimillonario japonés Yusaku Maezawa, un posible pasajero del sistema de cohetes Starship de próxima generación de SpaceX.

"La basura esparcida por el espacio exterior puede convertirse en un gran problema en el futuro", tuiteó Maezawa el lunes al anunciar una inversión de 23 millones de dólares en Astroscale.

Otra parte de la ecuación de la mitigación de la basura espacial es el servicio de satélites en el espacio, conceptos en desarrollo por docenas de empresas, entre ellas Astroscale, Northrop Grumman, Maxar y Airbus. La idea: desplegar satélites de servicio que se acerquen y se enganchen a naves espaciales averiadas o con poco combustible para prolongar su vida útil.

Esos conceptos de extensión de misión, que Astroscale y Northrop Grumman han empezado a probar en el espacio, han hecho brotar un mosaico de otras empresas que buscan aprovechar el impulso.

Neumann Space, con sede en Australia, por ejemplo, está desarrollando una tecnología que podría ayudar a reciclar satélites viejos y difuntos para convertirlos en combustible, utilizando la chatarra para generar empuje de plasma para nuevos satélites. Eso podría utilizarse en asociación con empresas que prestan servicios a los satélites, espera.

"Es estupendo porque se puede ampliar la misión repostando con lo que ya hay en el espacio", afirmó Herve Astier, director ejecutivo de Neumann. Su empresa tiene previsto lanzar un satélite de prueba en junio.

"Utilizando el metal que ya está ahí, es una forma de avanzar en términos de sostenibilidad".