TAIPÉI, 15 jul (Reuters) - Nadie quiere que se desate una guerra por Taiwán porque nadie quiere interrumpir la crucial cadena de suministro mundial de semiconductores, dijo el jueves el presidente del importante fabricante de chips TSMC, en unos comentarios excepcionalmente directos sobre geopolítica.

En el último año, las tensiones han aumentado en torno a Taiwán, ya que China trata de hacer valer sus reivindicaciones de soberanía, con repetidos ejercicios militares cerca de la isla que han causado preocupación en Washington y otras capitales occidentales.

Mark Liu, presidente de Taiwan Semiconductor Manufacturing Co Ltd, declaró en una convocatoria sobre resultados que la pandemia de COVID-19 ya ha sido suficientemente perjudicial para la economía mundial y que ningún país quiere que haya inestabilidad en torno a Taiwán.

"En cuanto a una invasión por parte de China, permítanme decirles que todo el mundo quiere tener un Estrecho de Taiwán en paz. Porque beneficia a todos los países, pero también por la cadena de suministro de semiconductores en Taiwán: nadie quiere interrumpirla".

TSMC, el mayor fabricante de "chips" por contrato del mundo y uno de los principales proveedores de Apple Inc, está en el centro de los esfuerzos mundiales para resolver la escasez de los componentes que, en algunos casos, ha cerrado plantas de automóviles y ha afectado a la electrónica de consumo.

El Gobierno de Estados Unidos ha presionado a TSMC y a otros fabricantes de semiconductores taiwaneses para que hagan más por aliviar la escasez del producto, especialmente para los fabricantes de automóviles. 

La empresa manufacturera más valiosa de Asia suele intentar mantenerse al margen de la política, aunque tiene grandes intereses comerciales tanto en China como en Estados Unidos y tiene que asegurarse de no entrar en conflicto con ninguno de los dos Gobiernos.

TSMC, que tiene una capitalización bursátil de 567.000 millones de dólares, más del doble que su concurrente Intel Corp, anunció en mayo del año pasado que construiría una fábrica de 12.000 millones de dólares en Arizona, una aparente victoria para la administración de Trump de entonces en su empeño por arrebatarle a China las cadenas de suministro tecnológico mundiales como parte de una guerra comercial más amplia entre China y EEUU.

(Reporte de Ben Blanchard y Yimou Lee; edición de Muralikumar Anantharaman; traducción de Flora Gómez en la redacción de Gdansk)