En el punto álgido de la pandemia de COVID-19, la entonces alcaldesa de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, se empeñó en ponerse siempre una mascarilla y recomendó firmemente a los demás que también lo hicieran mientras el virus devastaba México.

Por el contrario, su patrón político, el presidente Andrés Manuel López Obrador, se negó a ponerse una mascarilla, incluso después de caer enfermo, en línea con las directrices de su gobierno que no obligaban al uso de mascarillas. México sufrió la quinta peor mortandad por COVID-19 del mundo.

Esa diferencia entre el presidente y Sheinbaum, la firme favorita para ganar las elecciones presidenciales mexicanas del 2 de junio, fue vista por algunos como un punto de tensión y un pequeño acto de rebeldía contra su mentor, que por ley no puede presentarse a la reelección. Sheinbaum lo negó, diciendo que ambos formaban parte del mismo "proyecto" para transformar el país.

Pero personas cercanas a Sheinbaum citan esta anécdota como ejemplo de que la ex científica no gobernará como una "marioneta" de López Obrador, como afirman sus adversarios políticos.

Por el contrario, dicen, ella dará un giro en temas clave como el medio ambiente y la energía, la seguridad e incluso la corrupción, al tiempo que mantendrá la visión económica del presidente, principalmente dirigida por el Estado, y los principales programas de bienestar.

"Tienen una relación de colaboración, no es de sumisión", dijo un miembro del equipo de Sheinbaum, que habló bajo condición de anonimato.

"Es muy injusto que digan que será una marioneta porque en los cinco años que gobernó la Ciudad de México hizo cosas totalmente distintas al presidente", agregó, citando inversiones en rutas de autobuses y trenes eléctricos y la instalación de paneles solares.

Sheinbaum ha llevado a cabo una campaña prudente, cuidándose de no criticar a López Obrador, una figura descomunal y polarizadora que es a la vez su mentor y la fuente de gran parte de su apoyo electoral.

La falta de detalles en torno a sus planes de gobierno también le ha servido con la clase media y la comunidad empresarial de México, que han tendido a proyectar en ella las esperanzas de un líder más moderado y pragmático.

Hasta qué punto se desviará de las políticas de López Obrador es una de las cuestiones clave de cara a las elecciones, vigiladas de cerca por los inversores después de que López Obrador excluyera en gran medida a las empresas privadas de partes clave de la economía, como la generación de energía.

ACTO DE EQUILIBRIO

Los analistas afirman que Sheinbaum se enfrenta a un delicado acto de equilibrio entre sus propios objetivos políticos y el mantenimiento del legado de López Obrador, que ejerce una influencia considerable en el partido gobernante MORENA.

"Si ella gana tendrá una lucha interna entre su genuina lealtad a López Obrador y su realidad de no tener su propio capital político porque no tiene su fuerza", dijo Agustín Basave, político, académico y ex diputado, quien recientemente presidió el izquierdista Partido de la Revolución Democrática.

"Los primeros años de su gobierno podrían ser limitados", agregó Basave, diciendo que López Obrador probablemente ejercerá influencia tras bambalinas más que públicamente.

En una pista sobre la continua influencia de López Obrador, Sheinbaum ha indicado que varios de sus funcionarios de alto rango permanecerán en sus puestos si ella asume el poder, incluido el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O.

Dos fuentes cercanas al campamento de Sheinbaum dicen que es probable que el ex canciller de López Obrador, Marcelo Ebrard, así como la actual secretaria de Seguridad, Rosa Rodríguez, sigan siendo piezas clave. Los analistas señalan que la ministra del Interior, Luisa Alcalde, y la secretaria de Economía, Raquel Buenrrostro, también siguen siendo importantes.

Otro indicio de las expectativas de López Obrador para la administración de Sheinbaum, según los analistas, es el paquete de ambiciosas reformas constitucionales que propuso en febrero a sabiendas de que casi no tenían posibilidades de ser aprobadas durante su mandato. Eran un anteproyecto para su administración, dicen los analistas.

Sheinbaum, por su parte, ha descartado la especulación de que habría un "teléfono rojo" para recibir instrucciones de López Obrador.

"Yo soy quien va a gobernar", dijo.