Un choque histórico se está gestando entre los cripto-maníacos amantes de la libertad y los tecno-optimistas defensores de la IA. Por un lado, los aficionados a las criptomonedas, a menudo con insignias libertarias, defienden la accesibilidad y la privacidad de la tecnología blockchain. Se deleitan con el pandemónium que conlleva la descentralización, que consideran una contrapartida necesaria para el progreso humano, o al menos para un mundo más justo, menos corruptible y más transparente.
 
Por otra parte, los partidarios de la IA imaginan un mundo en el que las máquinas dominen el arte de imitar el comportamiento humano hasta en sus más mínimos matices. Sueñan con un futuro en el que la IA tome las riendas del trabajo, concentre las proezas técnicas y abogue por la transparencia total de los datos. Aunque esta perspectiva es seductora, no deja de tener consecuencias para la humanidad, en particular para su relación con el trabajo. Los defensores de la IA siguen aceptando estas posibles repercusiones y trabajan incansablemente para hacer realidad su visión.
 
¿Es posible conciliar ambos mundos? Aquí es donde entra Worldcoin, la idea del fundador de OpenAI, Sam Altman.
 
Worldcoin, la fusión de IA y criptomoneda
 
A primera vista, se trata de un proyecto de criptomoneda para distribuir una renta básica universal (RBU) al tiempo que se recopilan datos biométricos sensibles. Sin embargo, bajo el disfraz de "criptomoneda" se esconde un plan maestro impulsado por la IA. En el mundo de Altman, la IA se apodera de los empleos humanos y las masas sobreviven con Worldcoin.
 
Altman, CEO de OpenAI, la empresa matriz de ChatGPT, quiere crear una especie de antídoto para su creación. Partiendo de la constatación de que las falsas identidades virtuales proliferan en la Red, ChatGPT podría ser un amplificador de este fenómeno. Llevando el cursor del pesimismo a su paroxismo, sería un lugar donde reinarían las lacras, las teorías de la conspiración, los discursos distorsionados y los males de la sociedad, todo ello sin saber si uno se comunica con otro mortal o con una red de neuronas sin conciencia.
 
El sistema de Worldcoin está diseñado teóricamente para verificar, sin lugar a dudas, que una persona es en realidad un individuo único, no una IA con oscuras intenciones. En pocas palabras, si una persona quiere aceptar un pago o financiar un proyecto concreto, la aplicación genera una prueba de conocimiento "zero knowledge proof" -o ecuación matemática- que permite al individuo proporcionar solo la cantidad de información que necesita un tercero.

La ambiciosa triple misión de Worldcoin consiste en crear un identificador único (como ya se ha mencionado), una moneda y una aplicación que permita realizar transferencias de dinero a escala mundial, todo en uno. El proyecto, actualmente en fase beta, se desarrolla en San Francisco y Berlín. En concreto, los usuarios deben descargar la aplicación y someterse a un escáner del iris realizado por un orbe que alberga un sistema óptico personalizado. Este proceso genera un hash criptográfico (que contiene una clave privada y una clave pública compartible) único para cada individuo, lo que le permitirá verificar y probar su identidad de forma anónima en el futuro.

A pesar del escepticismo público, inversores como Coinbase, Andreessen Horowitz y Khosla Ventures han invertido 125,5 millones de dólares en Worldcoin. El potencial del proyecto para la descentralización y los planes de renta básica universal ha llamado la atención, pero también pone de relieve los desequilibrios de poder que podrían surgir en un mundo en el que la IA dirigiera el espectáculo. En este escenario distópico, personas como Sam Altman conservarían su trabajo y su libertad controlando las máquinas que dictan nuestras vidas.
 
Con Worldcoin, Altman promete dar una parte de su nueva moneda digital a quien acepte un escáner de iris. Para el CEO de Open AI, la IA generará riqueza suficiente para pagar a todos los adultos una determinada cantidad de dinero cada año: la llamada "renta básica universal" (RBU).
Aunque se requiere una criptomoneda para el UBI, algunos se apresuraron a descartarlo como otra estafa criptográfica, mientras que otros cuestionaron que una startup incipiente que recopila datos biométricos pueda realmente proteger la privacidad de sus participantes.
 
Aunque Worldcoin está en fase beta, esta es la ambición declarada en el sitio web oficial, que ya cuenta con 1,5 millones de registros hasta la fecha: "Worldcoin está construyendo la mayor red de identidad y financiera del mundo como un servicio público, dando a todos la oportunidad de poseerla. Nuestro objetivo es crear un acceso universal a la economía global, sin importar el país o el origen, y acelerar la transición hacia un futuro económico que acoja y beneficie a todos los habitantes del planeta." 
 
Por su parte, Eleizer Yudkowsky, líder de un movimiento de "seguridad de la IA" e investigador del Machine Intelligence Research Institute (MIRI), sugiere que podríamos necesitar "una vigilancia global muy fuerte, que incluya romper toda encriptación" para mantener la IA bajo control, lo que es un duro recordatorio de los límites que estos entusiastas de la IA están potencialmente dispuestos a cruzar. Para Yudkowsky, la privacidad y la autonomía de los "simples humanos" pasarán en unos años a un segundo plano frente a la gran visión de un mundo dominado por la inteligencia artificial. La pregunta sigue siendo: ¿es éste el presente que estamos dispuestos a aceptar y/o el futuro que queremos?
 
La palabra final
 
Mientras tanto, la moda de la IA, incluida Worldcoin, sigue en pleno apogeo, y lleva un cargamento especial: derechos humanos para las máquinas. A pesar de la naturaleza enigmática de la conciencia de la IA, los defensores de estas tecnologías parecen olvidar que suele venir con una sección VIP, reservada a quienes tienen las llaves de las máquinas.
 
Mientras navegamos por el laberinto digital del siglo XXI, debemos recordar que el poder y el potencial de la tecnología son como un arma de doble filo. Aunque puede enriquecer y fortalecer nuestras vidas, también puede convertirse en una fuerza que podría alterar radicalmente nuestra forma de vivir, para bien y/o para mal. Encontrar el equilibrio adecuado es esencial para navegar por esta odisea digital en la que la IA promete un mundo de eficiencia y automatización.