Las especulaciones sobre la fecha de la primera flexibilización monetaria siguen desbocadas. Los inversores están atentos a cualquier publicación que pueda inclinar la balanza en la dirección "correcta".
Recientemente, acogieron con satisfacción los datos sobre la inflación en Estados Unidos. No es que fueran extraordinarios, pero como se suele decir, "podrían haber sido peores".
 
Tras un calentamiento inicial y un ligero susto ligado a las cifras del IPP, muy por encima de las expectativas, los inversores se tranquilizaron con la publicación del IPC. El índice de precios al consumo, excluidos los alimentos y la energía, se situó en el 3,4% anualizado, en línea con las previsiones, con un descenso (muy ligero) de 0,1 puntos con respecto al mes anterior. Es cierto que aún estamos lejos del objetivo del 2%, pero lo importante es la tendencia.
 
Al mismo tiempo, la desaceleración de las ventas al por menor ha sido bien interpretada. En otras palabras, las malas noticias son buenas noticias siempre que alimenten las perspectivas de una bajada de tipos.
 
No obstante, estaremos atentos a la reacción del mercado ante las próximas publicaciones relacionadas con el crecimiento (PIB, índices ISM, etc.). Si un día las malas noticias vuelven a interpretarse como tales, provocando una caída generalizada de los mercados de renta variable, podríamos concluir que los operadores ya no están preocupados por la inflación, sino por una posible recesión. Este posible cambio de narrativa no debería pasar desapercibido.
 
Mientras tanto, el euro está poniendo a prueba el límite superior de un canal de tendencia bajista que se mantiene desde principios de año y que resiste en torno a 1,0890 dólares. La superación de este umbral técnico abriría un potencial alcista hacia 1,0980 USD o incluso 1,1110 USD. El primer soporte se sitúa en 1,0747 USD, para evitar un retorno a 1,0620 USD.