Boeing, durante mucho tiempo símbolo de la destreza manufacturera de Estados Unidos, se encuentra en el punto de mira de reguladores, políticos y aerolíneas tras el angustioso reventón de un panel de cabina en pleno vuelo de un avión 737 MAX 9 operado por Alaska Airlines a principios de este mes y repleto de pasajeros.

El lunes, Boeing dijo que retiraba una solicitud de exención de seguridad clave que podría haber permitido a los reguladores estadounidenses acelerar la certificación de su próximo 737 MAX 7, en la última secuela de la crisis en curso del fabricante de aviones.

"Boeing fabrica grandes aviones, tenemos mucha confianza, tenemos pedidos para 400 de esos aviones", dijo Michael O'Leary a Reuters en una entrevista.

"Algunas de las aerolíneas estadounidenses decían la semana pasada 'puede que no cojamos algunos de esos aviones' - yo dije ayer que si las aerolíneas estadounidenses no quieren coger los MAX 10, nosotros los cogeremos, cogeremos todos los que podamos, tan rápido como podamos".

En rueda de prensa, O'Leary dijo que Boeing había tenido "mala suerte" con el incidente de Alaska airlines. Dijo que Boeing necesitaba mejorar la calidad de los aviones que entregaba, pero que algunas de las críticas que estaba recibiendo eran injustas.

"Creo que el consejero delegado y el director financiero... están recibiendo muchas críticas injustas por una mala gestión en la planta de Seattle", dijo en una conferencia de prensa en Varsovia.

"En última instancia ellos son los responsables, pero hay una gestión débil en Seattle... aunque está mejorando".