En las últimas semanas, la narrativa del mercado ha pasado gradualmente del temor a un mayor endurecimiento monetario para combatir la inflación al temor a una recesión en Estados Unidos. Así, desde el pasado mes de octubre, cada vez que subían los rendimientos del Estado, el S&P 500 caía. Sin embargo, existe una descorrelación entre el índice (en blanco) y los bonos (en azul), que, conviene recordar, se mueven en sentido contrario a los rendimientos.

(Fuente: Bloomberg)

Uno de los principales marcadores de una recesión es el consumo. Las ventas al por menor aumentaron un 0,4% en abril. Más fragante: Home Depot sube casi un 5% tras rebajar su previsión de beneficios para todo el año 2023. 

El segundo marcador es el empleo. Como vimos en el informe mensual de principios de mes, el mercado laboral estadounidense es especialmente resistente. Las solicitudes semanales de subsidio de desempleo también bajaron 22.000, hasta 242.000, frente a los 251.000 previstos. 

Por tanto, los inversores parecen menos preocupados por la estabilidad -o incluso por una subida de los rendimientos de los bonos- que por la perspectiva de una recesión que aún no se ha materializado. A largo plazo, un giro de la política monetaria en un contexto de inflación controlada, como esperan los mercados este verano, podría incluso impulsar el crecimiento y, por extensión, la Bolsa, con un pequeño avance.