Propanc Biopharma, Inc. ha anunciado una novedosa forma de detener el cáncer induciendo un proceso llamado “diferenciación celular”. Conocida como terapia de diferenciación, el objetivo clave es convencer a las células malignas para que dejen de proliferar y vuelvan a hacer su trabajo como un tipo celular específico. La terapia de diferenciación tiene ventajas sobre las estrategias terapéuticas convencionales.

La terapia de diferenciación no tiene como objetivo la muerte celular, por lo que las células sanas del paciente no se verán comprometidas, a diferencia de los fármacos quimioterapéuticos o la irradiación gamma. En primer lugar, la mayoría de la gente entiende que el cáncer se desarrolla cuando las células del cuerpo comienzan a dividirse de forma rápida e incontrolada, con capacidad para migrar de un lugar y extenderse a sitios distantes. Una célula se vuelve cancerosa cuando se vuelve indiferenciada.

Esencialmente, la célula se olvida de hacer su trabajo e invierte toda su energía en proliferar. A diferencia de las células normales, las células cancerosas se multiplican, pero no se diferencian. Por lo tanto, la mayoría de las terapias comunes contra el cáncer funcionan aprovechando la proliferación incontrolada de las células cancerosas y eliminan estas células dirigiéndose a la maquinaria de división celular.

Estas terapias son eficaces, pero también afectan a las células sanas, en particular a las que tienen una alta tasa de recambio celular, lo que induce efectos indeseables. Por el contrario, la terapia de diferenciación induce a las células cancerosas a la vía de la diferenciación terminal (totalmente diferenciadas) y a la eventual senescencia (es decir, la pérdida de la división y el crecimiento de una célula). La terapia de diferenciación no sólo actúa contra las células cancerosas, sino que, curiosamente, puede convertir las células madre cancerosas (células indiferenciadas) en células completamente diferenciadas (es decir, normales).

En particular, las enzimas secretadas por el páncreas que son esenciales para la digestión de las proteínas y las grasas. Hace más de 100 años, el profesor John Beard, de la Universidad de Edimburgo, propuso por primera vez que las enzimas pancreáticas representaban la principal defensa del organismo contra el cáncer y que serían útiles como tratamiento del mismo. Desde entonces, varios científicos han refrendado la hipótesis de Beard con datos alentadores sobre el tratamiento de los pacientes.